El vigor es una característica de Víctor Hugo. Casi ningún asunto lo tiene sin cuidado. Y es hasta divertido verlo entrar en contacto con un tema, un problema, un concepto que creemos no le va a interesar. Hasta que en un momento determinado se le va transformando la expresión y la postura y de pronto, como un mecanismo que se dispara, ya lo tenemos indagando, cuestionando, gesticulando, reflexionando en voz alta, alta en distintas tonalidades.
La vida, ya larga, me ha permitido verlo evolucionar. Del rigor puntual en sus años de joven profesional, a la sensatez y la percepción global en su madurez. Del ejercicio exigente del profesor, a la función de apoyo, casi paternal, del investigador experimentado.
Entonces estaba dispuesto a dar una