S in lugar a dudas, este año pasará a la historia como un año para nunca olvidar. Dicho de manera sucinta: el coronavirus canceló el 2020. No solo esto, también es un año que da muchas razones por las cuales preocuparse por el futuro del país. Previo a la cuarentena, ya teníamos un desempleo a un nivel inaceptable del 12%, llevábamos casi 10 años en donde la pobreza se ha mantenido alrededor del 20%, y en la última década el porcentaje de la fuerza laboral que ha terminado secundaria se ha estancado alrededor del 40%. Sumado a esto, debido al coronavirus se espera una contracción significativa de la economía, un déficit fiscal superior al 8% del PIB, así como mayores niveles de desempleo y pobreza.
Uno puede seguir dando hechos y estadísticas sombrías sobre el futuro de nuestro país. Pero hacer esto es llover sobre mojado, y en esta ocasión prefiero comentar algo más optimista y en creer que el futuro de Costa Rica puede ser mejor a raíz de toda esta crisis.
En inglés hay un dicho: your health is your wealth, que en español se puede traducir como “la salud de uno es la riqueza que uno tiene”. Y si algo se ha demostrado en esta pandemia, es que tenemos con qué ser un país con gran riqueza. Para nadie ha sido secreto que Costa Rica ha destacado a nivel regional y mundial en el manejo de la pandemia y en los resultados logrados hasta el momento. Ahora bien, lo que hay que tener claro es que estos resultados no vinieron de gratis. Son producto de décadas de inversión social, estabilidad política y cultura democrática. A estos factores hay que sumarle disciplina, poder ejecutivo y seguimiento de las recomendaciones derivadas de la ciencia y la historia. En donde como sociedad además hemos decidido valorar más la vida y la salud que la economía o las transacciones comerciales.
Quizás estas cosas le suenen a “pura paja”, pero son muy importantes y distan de ser triviales de lograr o dar por sentadas.
Consideren otros países de la región como Nicaragua o México, que negaron la existencia del virus por semanas y ahora tienen como resultado miles de muertos y contagios. En Brasil, el presidente Bolsonaro ha apoyado las manifestaciones que exigen que se vuelva a abrir la economía a pesar de que los contagios no se han controlado. En estos momentos, Brasil es el segundo país con más contagios y el cuarto con más muertes en el planeta.
O consideren EEUU, el país con más contagios y muertes. En donde se han dado protestas en contra de la cuarentena en varios estados y, en donde hasta el presidente Trump ha dicho que algunos estados quieren mantener la cuarenta con tal de afectar sus posibilidades de reelección en noviembre. Un país en el que por cierto, ante la reciente muerte del afroamericano George Floyd en Minnesota se han dado grandes manifestaciones. Tal ha sido el descontento, que muchas personas prefieren salir a protestar y poner sus vidas o las de otros en peligro en media pandemia a quedarse callados.
Estos ejemplos dejan una lección importante para nuestro país y es el punto al que quiero llegar. Si Costa Rica tuviera la disciplina y dedicación para resolver sus problemas como la ha tenido para atender el coronavirus en medio de todas sus limitaciones y deficiencias, fácilmente seríamos el país más rico de América Latina y un país desarrollado. Esto es algo a lo que por cierto, ahora que hemos sido invitados a ser parte de la OCDE, deberíamos aspirar a ser. Ahora que seremos regularmente comparados y analizados, no habrá campo para mentirnos a nosotros mismos ni para dejar de pretender que podemos ser mejores. Ojalá ser parte de la OCDE haga que la politiquería y charlatanería sean cosas del pasado y podamos tomar mejores decisiones y rápido.
No me malinterpreten, el corto plazo no se ve bien para el país; se tendrán que tomar decisiones difíciles y dolorosas. Pero toda crisis también presenta oportunidades, y no hay que ignorar que seguimos siendo un país que tiene con grandes riquezas y podemos salir adelante.
Cuídense mucho.
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Publicación original en La Nación (05/06/2020)