L a evolución de la economía mundial en los últimos años ha sido bastante disímil por regiones. Por ejemplo, la mayoría de países de América del Sur, productoras de materias primas y dependientes de la economía China, han visto desmejorar los términos de intercambio, devaluar sus monedas, aumentar la inflación, elevar las tasas de interés y reducir el poder de compra de su población. Lo contrario ha sucedido con las naciones consumidoras de esos productos y ligados a la economía estadounidense, dentro de las cuales se ubica Costa Rica.
Estas favorables condiciones (“viento de cola”), junto con abundante y barato financiamiento, han ampliado las posibilidades de consumo e inversión de los costarricenses. Como consecuencia la demanda interna se ha incrementado a una tasa anual promedio cercana al 5%, muy poco visto en períodos previos. Así, el consumo de las familias, el cual representa más del 60% del PIB, ha constituido el principal motor del crecimiento. El PIB ha crecido a una tasa superior al 4%, muy similar a la tasa histórica y potencial, no obstante el menor crecimiento mundial.
Como estas condiciones usualmente no son permanentes, es de esperar que en algún momento se reviertan. Cuando esto sucede, se presenta el fenómeno contrario, es decir, los flujos de capital se reducen, la moneda se deprecia, las tasas de interés se incrementan, la inflación se acelera, cae el poder de compra de la población y se contrae la producción. Por esa razón, desde el punto de vista técnico, lo recomendable (para naciones, familias y empresas), es que estos períodos extraordinarios sean aprovechados para recomponer los distintos portafolios y dedicar una parte de esa “bonanza” al ahorro y a la inversión productiva.
No obstante, la naturaleza humana y en particular los políticos que viven de sus resultados en el “aquí y ahora”, asumen estos períodos como de largo plazo y generalmente, con sus políticas, más bien propician el aumento del crédito, del consumo, los viajes, el desahorro (“la vida loca”). Ese ha sido el caso de nuestro país. La baja en el precio de los hidrocarburos, junto con el financiamiento externo público y privado, ha coadyuvado a bajar las tasas de interés, apreciar la moneda nacional, reducir la inflación, todo lo cual ha contribuido a incrementar el consumo de manera significativa.
Aparte de los agentes económicos privados, el sector público es el que ha demostrado tener peor comportamiento. En los últimos años ha incrementado el gasto de manera desmedida. Para “peor de males”, el aumento de los egresos se ha producido en el denominado gasto corriente, es decir, en los salarios, las pensiones, las transferencias. El gasto de inversión en obras de infraestructura se ha mantenido invariable. Cuando las condiciones favorables cambian, no se han creado las condiciones de competitividad y ahorro para repagar el exceso de gasto.
En efecto, los elevados déficits fiscales superiores al 4% del PIB y actualmente cercanos al 6%, han requerido fuertes volúmenes de financiamiento interno y externo (directo e indirecto), lo cual ha acelerado el incremento de la deuda pública. Sólo en el Gobierno Central este rubro como proporción del PIB pasó de un 25% en 2008 a casi 50% este año. Es decir, en la última década la población nacional ha vivido muy por encima de sus posibilidades y aún no se vislumbra una solución. La tendencia actual es insostenible en muy pocos años. Habrá una traslación de costos intergeneracional!
Las condiciones externas e internas han empezado a cambiar. En el último año se incrementó el precio del petróleo (no tanto como se esperaba) y la Reserva Federal empezó a incrementar las tasas de interés (menos de lo que se vaticinaba). Hay incertidumbre por las políticas que pueda aplicar la nueva administración de Estados Unidos. Internamente el desequilibrio fiscal ha degradado las calificaciones soberanas de riesgo (incrementando las primas) y la ausencia de financiamiento externo autorizado por el Congreso han disminuido los flujos de capital público y privado.
El proceso de ajuste ya se ha iniciado. El más evidente es el mercado cambiario, donde el colón se ha devaluado en MONEX 6,35% en el último año (3,1% en estos primeros meses), ello a pesar de que el BCCR ha permitido la pérdida de reservas monetarias internacionales. También han empezado a repuntar la inflación y las tasas de interés. La cartera crediticia de los intermediarios empieza a resentirse. Tendremos que ajustarnos el cinturón, probablemente no tanto por las políticas proteccionistas y nacionalistas del Presidente Trump, sino por la falta de disciplina y previsión que nos ha caracterizado.
Articulo original de CRhoy