D urante el 2022 la actividad económica general creció, en promedio, a una tasa considerable, cercana al 5%. Sin embargo, ese dinamismo tendió a ralentizarse a lo largo del año y fue muy desigual entre las actividades: 1. Mientras en diciembre, 2021 el IMAE creció 9,2%; en noviembre, 2022 aumentó 3,2%. 2. En tanto el régimen especial subió 16,5% en noviembre, 2022; el definitivo apenas 0,7%. 3. El régimen definitivo creció en el primer semestre 5,7%, pero en el segundo solo 1%. 4. Durante la mayor parte del año la agricultura, la industria del régimen definitivo y la construcción estuvieron decreciendo (desde enero, febrero y marzo, respectivamente); literalmente están en recesión.
Para este 2023 la mayoría de pronósticos ubican el crecimiento del PIB en tasas promedio de alrededor de 2,5%, debido fundamentalmente al complicado e incierto panorama externo. No obstante, en las últimas semanas, incluso ya meses, se han observado señales positivas, especialmente en Estados Unidos, nuestro principal socio comercial. Los mercados accionarios han mostrado importante estabilidad y han tendido a recuperarse; los precios de los commodities han disminuido; la actividad económica se ha desacelerado menos de lo esperado y las presiones inflacionarias han cedido más rápidamente. El invierno menos severo en Europa ha reducido de manera significativa el precio del gas y se ha fortalecido el euro y la libra esterlina. La apertura y una mayor normalización de China ayudará a dinamizar la economía mundial.
La incertidumbre y los riesgos geopolíticos continúan en el mundo, pero de prevalecer este mejor entorno externo reciente, las perspectivas nacionales podrían verse favorecidas. Mientras las circunstancias externas son exógenas, las condiciones internas podrían mejorarse y coadyuvar con los resultados. Es importante proseguir con políticas que generen confianza, incrementen la rentabilidad de las inversiones, reduzcan los trámites, profundicen la apertura comercial, controlen la inseguridad ciudadana, adecúen la infraestructura y la educación, etc. Estas y otras políticas estructurales son relevantes para potenciar el crecimiento, pero en el corto plazo la ciencia económica no se aparta de las políticas monetaria y fiscal. Lamentablemente por el alto déficit y la elevada deuda pública en relación al PIB, no existe margen de maniobra para la política fiscal.
Si existen grados de libertad, sin embargo, para modificar y ajustar las políticas monetaria y cambiaria. En este momento estas políticas están generando distorsiones y costos innecesarios. La idea sería empezar por reducir la tasa de política monetaria (TPM), la cual se incrementó en exceso, y atenuar la injustificada apreciación de la moneda nacional. Precisamente las elevadas tasas de interés y la apreciación del tipo de cambio son parcialmente responsables del paupérrimo desempeño de las actividades ligadas al régimen definitivo y podrían seguir impactándolas negativamente, de no darse una pronta reversión. La agricultura, la construcción, la industria tradicional y el consumo, efectivamente son muy sensibles a estos macroprecios.
Existe espacio para bajar la TPM por una infinidad de razones (cuadro adjunto):
El tipo de cambio experimentó el año pasado mucha volatilidad, pero especialmente una injustificada gran apreciación. Empezó el 2022 con un nivel de ₡643,31/$ y alcanzó un máximo de ₡696,76 el 21 de junio; de ahí continuó bajando hasta ubicarse en ₡571,96/$ el martes 17 de enero, 2023, nivel similar al de tres años atrás, apreciándose 11% con respecto a diciembre, 2022 y 18% en relación al nivel de junio. Algo similar ha sucedido con el índice de tipo de cambio real multilateral. Durante los últimos siete meses el colón está entre las monedas que más se han apreciado. Ciertamente, ha habido cambios en los principales determinantes que han tornado más superavitario el mercado privado de divisas y se han incrementado las reservas monetarias propias, pero no para justificar esa gran apreciación. Destaca la mejora en los términos internacionales de intercambio, pero particularmente la restrictiva política monetaria que subió los encajes legales (absorbió ₡400,000 millones/ $700 millones) y sobreexcedió el alza en la TPM implicando un elevadísimo premio.
Ni una gran depreciación del tipo de cambio es conveniente en un corto período, como tampoco una fuerte apreciación. Constituye un precio relativo preponderante en una economía tan abierta y dolarizada como la costarricense; por eso las variaciones abruptas tienen efectos perversos muy inconvenientes. Es imposible que los agentes económicos se ajusten tan rápido y menos en las circunstancias adversas de la economía internacional. Por lógica y pragmatismo económico, pero también porque existen las condiciones y la Ley Orgánica sabiamente estipula como principal objetivo del BCCR mantener la estabilidad interna (inflación) y externa de la moneda nacional (tipo de cambio), esta situación debería corregirse.
Para evitar costos económicos y financieros innecesarios y utilizar de forma balanceada estos importantes instrumentos, me permito sugerir lo siguiente: 1. Empezar a bajar la TPM. 2. Prepagar el préstamo por $1,100 millones con el FLAR. 3. Analizar la posposición de los eurobonos por $1,500 millones autorizados para el segundo semestre. 4. Unificar las transacciones del sector público no financiero en el MONEX. 5. Afinar la política de intervención en el mercado cambiario. 6. Elevar la meta de reservas propias en relación al PIB. 7. Finalmente, debería el Congreso limitar la potestad del BCCR para endeudarse en moneda extranjera para evitar manipulación del tipo de cambio. Si bien el artículo 59, inciso e) prohíbe estrictamente al BCCR asumir pasivos en moneda extranjera que no tengan como contrapartida activa en la misma moneda, esto no siempre se cumple.
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Publicación original en crhoy.com (18/01/2023)