R ecientemente fue publicado el Latinobarómetro 2023, resumen de un conjunto amplio de encuestas en 18 países de la América Latina. El estudio, esta vez, no se aplicó ni en Haití ni en Nicaragua “porque -según explican- no existen las condiciones de seguridad para los encuestadores en la Dictadura de Daniel Ortega”.
Aunque en casi todos los países donde se realizaron elecciones entre 2018 e inicios del 2023, ganaron los candidatos y los partidos de oposición, el estudio refleja “la recesión democrática de América Latina”. Solamente en Paraguay ganó el candidato del gobierno. En Nicaragua y Venezuela, obviamente, no hubo elecciones libres. De hecho, se prohibió la participación de la mayor parte de los candidatos de oposición. Terminaron en la cárcel o en el exilio. En los demás países, donde hubo elecciones libres y competitivas, 16 en total, ganaron los candidatos de la oposición.
Sin embargo, el apoyo a la democracia está en su nivel más bajo desde 1995 (cuando empezaron las encuestas). En los últimos años, entre el 2020 y el 2023, por ejemplo, el apoyo de la población a la democracia en Costa Rica, pasó del 67% al 56%. Es decir, cayó 11%.
En América Latina, esa caída no se refleja tanto en el apoyo a gobiernos autoritarios, pero sí en el aumento de la indiferencia. De hecho, el apoyo al autoritarismo prácticamente es el mismo en los últimos 28 años (cerca del 15%), pero la indiferencia sí que ha aumentado del 15% al 28% (casi el doble).
Nuestro país llama la atención. En las palabras del Informe: “Otrora Costa Rica era uno de los países que se destacaba en América Latina por la fortaleza de su democracia. Sin embargo, ahora ingresó a la lista de las democracias con problemas. Tiene una pérdida importante de once puntos porcentuales de apoyo a la democracia, desde un 67% en 2020 a un 56% en 2023, un aumento de indiferentes al tipo de régimen de diez puntos porcentuales, del 12% en 2020 al 22% en 2023, y un crecimiento de cinco puntos porcentuales de quienes apoyan el autoritarismo, desde el 11% al 16% entre 2020 y 2023. Es decir, Costa Rica retrocede abiertamente, con un deterioro muy significativo y simultáneo de las tres dimensiones. Esto deja a su democracia expuesta y más vulnerable”.
Otros datos de interés:
En nuestra región, la confianza en las instituciones democráticas (gobiernos, parlamentos, tribunales, órganos electorales, partidos políticos) está en niveles históricamente muy bajos, prácticamente en todos los países del continente (con apenas algunas excepciones). Ello coincide, además, con los más bajos niveles de satisfacción democrática de las últimas décadas. En Costa Rica, se apoya un poco más a los tribunales judiciales y electorales, pero se califican negativamente a la Asamblea Legislativa, a los sindicatos, a los partidos políticos (datos de anteriores Informes).
Aunque la mayoría de la población apoya el concepto democrático, no está claro que lo entiendan. Para unos el sistema democrático se reduce a la elección y apoyo mayoritario del Presidente, pero no necesariamente de sus tres elementos esenciales: a) elecciones libres, justas y competitivas, b) Estado de Derecho, c) respeto a los derechos humanos. Por eso, no es de extrañar que el país que más “satisfecho” está con su “democracia”, es El Salvador de Nayib Bukele. Su gobierno no se ha destacado por su respeto a los dos últimos componentes, pero la satisfacción con el sistema político subió del 11% en 2018 (antes de su gobierno), a un 64% en 2023. Recuérdese que solo en ese país y en Uruguay, la mayoría está satisfecha con su “democracia”.
Esos datos contrastan con los de Colombia, Ecuador, Panamá, Paraguay, Venezuela, Chile y Perú; donde menos del 20% de sus habitantes están satisfechos con sus sistemas de gobierno. En Costa Rica, aunque el 56% está insatisfecho, al menos el 43% sí lo está.
Según entiendo, el sentimiento democrático se manifiesta más como una muestra de insatisfacción con los resultados del sistema, que como una especie de “malestar” con el sistema; pero la experiencia enseña que la insatisfacción persistente termina afectando el apoyo a la democracia y la disminución de ese apoyo, puede afectar la vigencia misma del sistema democrático.
La potencialidad de éxito de un rompimiento democrático aumenta en países donde la tradición democrática no está consolidada o no goza de apoyo social significativo y donde la institucionalidad es débil. En países de tradición democrática e institucional consolidadas, aunque pueden tener gobiernos con personalidades populistas, esa tradición impide, limita o atenúa el proceso de desmantelamiento democrático. Eso esperamos.
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Publicación original en crhoy.com (26/07/2023)