E l asalto contra el Capitolio de Washington hace un año y un día, por turbas violentas instigadas desde la Casa Blanca, constituyó un acto sedicioso y criminal, inaceptable en sí mismo.
Sin embargo, palidece ante el proceso de que fue síntoma e instrumento: un asalto aún mayor a la democracia estadounidense, orquestado durante años y en el que no solo participaron Donald Trump (su director) y centenares de vociferantes fanáticos ese día, sino también una enorme cantidad de factores y actores.
Lo peor es que siguen activos y todo indica que, lejos de debilitarse, mantienen gran vigor, influencia y determinación.
El sentido de exclusión o marginalidad de millones de ciudadanos, la polarización política creciente y el exacerbamiento de “guerras culturales” en torno a valores e identidades crearon el contexto propicio, primero, para la elección de Trump, luego, para articular la gran tramoya antidemocrática aún en movimiento.
A su maquinaria se unieron, como constructores e impulsores, medios informativos de gran alcance, en particular la cadena televisiva Fox News; comentaristas de radio que viven de falsear la realidad e incitar ánimos; políticos republicanos complacientes y oportunistas; y una “derecha religiosa” intransigente y obtusa.
Las plataformas digitales y redes sociales, con sus distorsionantes “modelos de negocios”, optimizaron el impacto de lo anterior y fueron esenciales para multiplicar la mentira de un gran fraude electoral favorable a Joe Biden. En los días previos al 6 de enero, actuaron como la gran correa transmisora de la insurrección que llegó hasta las puertas del Capitolio para impedir la consolidación final del resultado. Y desde sus trincheras de Twitter y Facebook, el presidente saliente no cesó en su traqueteo retórico insurreccional.
El gran riesgo presente, sin embargo, es que lo sucedido tiene raíces, cómplices y víctimas mucho más profundos y extendidos. Todavía un 70% de los votantes republicanos creen que la elección fue fraudulenta, el partido se ha doblegado a Trump, sus operadores están empeñados en manipular las instituciones a su favor y los demócratas podrían perder el control del Congreso en noviembre. Todo esto augura tiempos peores, en los que, quizá, ni siquiera sea necesario asaltar el Capitolio para doblegar a la democracia.
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Publicación original en La Nación (06/01/2022)Complete the following form and join Central America Academy for information and regular updates.
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