D e acuerdo con el último informe publicado por el Estado de la Nación, el mercado laboral en Costa Rica enfrenta dos problemas vinculados directamente con la participación de las mujeres; primero, las tasas de participación y de ocupación femeninas son alrededor de 30 puntos porcentuales menores que las masculinas, en tanto que la tasa de desempleo es 3,5 puntos mayor entre las mujeres; y, segundo, hay un problema de equidad, pues pese a que en muchos casos las mujeres tienen un mejor perfil de calificación (por ejemplo, la proporción de titulación universitaria es más alta en la fuerza de trabajo femenina que en la masculina), existe una importante brecha de ingresos atribuible a discriminación salarial relacionada con el género.
Dadas estas realidades llamar la atención sobre la importancia de promover la participación femenina, tal como lo hace el Informe, es fundamental. Se debe actuar para remediar estos problemas mediante políticas públicas efectivas. Tomar acciones en esta línea contribuiría a enfrentar dos problemas claves, desde la perspectiva económica y social, que debe afrontar el país con prontitud: la inequidad y la pobreza y el estímulo sostenible del crecimiento de la producción.
En el primer caso, como lo muestran los ejercicios de simulación realizados por el Estado de la Nación, si las mujeres que se mantienen fuera de la fuerza de trabajo – por ejemplo, debido a que no pueden encontrar mecanismos para compatibilizar su participación en el mercado laboral con las tareas de cuido infantil o de la población adulta mayor a su cargo (además, muchas veces distribuidas inequitativamente dentro de los hogares) – o las que se encuentran desocupadas obtuvieran empleo remunerado y de calidad, podría reducirse el índice de pobreza total a casi la mitad. Esto, adicionalmente mejoraría el ambiente de inclusión por la vía de la generación de medios de vida decentes.
El segundo impacto favorable de mejorar las condiciones de participación laboral de la población femenina es sobre el crecimiento de la economía. Según el estudio económico de la OCDE sobre Costa Rica más reciente (publicado el año pasado), el crecimiento de la producción se ha desacelerado en los últimos años. A pesar de que ha habido un leve aumento de la productividad, se han presentado retrocesos en las tasas generales de participación y de ocupación en el mercado de trabajo.
Dicho informe señala que, al descomponer el crecimiento potencial de la producción, se evidencia que la productividad total de los factores y el nivel de capital por trabajador se han mantenido relativamente estables en los últimos años. El aporte al crecimiento de la producción relacionado con la expansión de la población en edad de trabajar se ha reducido durante los últimos 20 años debido a factores demográficos como la menor tasa de natalidad, mientras que el relacionado con la tasa de participación en el mercado laboral ha resultado negativo en los últimos cuatro años.
Facilitar la participación femenina en el mercado laboral permitiría fortalecer el crecimiento económico aumentando la dotación de factores de producción en el mercado, pues el espacio para aumentar la tasa de participación laboral masculina es ya muy limitado (se encuentra prácticamente en su frontera, particularmente en el grupo etario de entre 25 y 55 años).
La inequidad laboral es un reto mundial apremiante, que justifica en sí mismo acciones contundentes – como lo señaló Gabriela Ramos, consejera especial del Secretario General de la OECD: “no puede haber sociedades incluyentes si la mitad de la población está excluida o sigue sufriendo discriminación y violencia” – pero que además tiene el potencial de generar beneficios económicos evidentes.
Ciertamente no hay soluciones mágicas. La implementación de acciones efectivas en materia de equidad de género en el mercado de trabajo no sólo implica costos de naturaleza económica, sino también requiere de cambios sociales y culturales. Además, es necesario que las acciones que buscan mejorar la inserción laboral de las mujeres se acompañen de políticas más amplias que mejoren la productividad, la eficiencia y la competitividad en los mercados internos y externos, de manera que surja una demanda saludable que permita absorber la incorporación de más mujeres en el mercado laboral.
La reducción de la brecha de género en el mercado laboral costarricense no es sólo un reto, sino una oportunidad para lograr un mejor y más sólido crecimiento económico, crear espacios de mayor inclusión social, reducir efectivamente la pobreza y, finalmente, conseguir un mejor nivel de vida para todos.
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Articulo original de CRhoy