R icardo Hausmann cerró sus publicaciones del año pasado en Project Syndicate con su artículo “El Eslabón Perdido en el Desarrollo Económico”, que me da buen píe para este comentario.
El argumento central de Hausmann es que la economía, si bien ha logrado destacar la importancia fundamental de los incentivos para explicar la acción humana respecto a producción, distribución y consumo, no ha hecho tan buena tarea respecto al papel que cumplen las capacidades de las personas y de las sociedades para ser exitosas en esas tareas.
Este tema es de especial importancia en las circunstancias que el mundo, y en especial para nosotros nuestra querida Costa Rica, vivimos en estos tiempos de pandemia, y en el Gran Reinicio que los debe seguir para establecer una nueva y mucho mejor normalidad.
Podría discutir si las capacidades de las personas y de las sociedades son un elemento adicional que amerita un enfoque nuevo sobre los problemas del desarrollo económico, o si simplemente es una nueva manera de enfocar lo que, mediante las consideraciones de incentivos, posibilidades de producción y fallas de los mercados, viene analizando la teoría económica al menos desde el siglo XIX. Pero no es ese mi objetivo. Más bien me interesa recalcar lo importante que es la acción del estado en torno a las capacidades de nuestro país para poder acelerar el progreso económico y la justicia social. Y me interesa hacerlo, porque considero que este es un elemento fundamental para que el Gran Reinicio pueda ser exitoso.
El tema de la capacidad de producir debemos enfocarlo tanto desde el punto de vista de las habilidades de cada persona, como con relación a la sociedad en su conjunto. Y en ambos casos, la acción del estado es primordial. Eso no me extraña. Desde 1961 aprendí sobre la enorme importancia del estado para la construcción del orden de mercado, gracias a la guía de don Alberto Di Mare en la UCR y a las lecturas del economista alemán Walter Eucken, de la Escuela de Friburgo, creador del ordoliberalismo y precursor de la Economía Social de Mercado.
En el caso de las capacidades de los individuos los incentivos cumplen una labor fundamental. Las posibilidades de ganar con el esfuerzo propio los medios para satisfacer nuestras necesidades dependen de manera primordial de nuestra capacidad para contribuir a los procesos de generación de valor, y a los costos involucrados en adquirir esas capacidades. Pero enfrentamos dos limitaciones: la información sobre la utilidad en el futuro de unas determinadas capacidades es incierta, su utilidad cambia con el avance tecnológico y no está al alcance de todos. Por otra parte, el valor de mis habilidades depende de mi posibilidad de complementarlas con otros que también las tengan. La acción del estado facilitando acceso a la educación pública, a la capacitación y al reentrenamiento aminora el costo de esas fallas del mercado. También es importante la tarea del gobierno generando y difundiendo información respecto a la posible utilidad futura de diferentes habilidades.
Claro que el resultado de la acción estatal depende de la calidad de los servicios que preste. De ahí la importancia de dar un papel central a la capacidad de la educación pública para generar habilidades.
En la educación pública se requieren grandes transformaciones para superar el rezago que nuestros servicios educativos tiene respecto a los de los países de la OCDE, como lo vienen señalando desde 2009 las pruebas PISA y otras evaluaciones internacionales.
En cuanto a capacitación y reentrenamiento debemos felicitar al Gobierno y a la Asamblea Legislativa por la aprobación de la reforma del INA, y ser vigilantes de que no se impida su implementación ni se desvié el objetivo perseguido con esa legislación.
Pero el fruto que den las capacidades de personas y empresas también depende del medio en el cual se desarrollan. Hausmann nos dice que esos resultados: “…dependen de la estructura del ecosistema comercial existente que las empresas dan por hecho.
Y ese ecosistema, a su vez, es un reflejo de la acumulación previa de capacidades, inclusive aquellas adquiridas por el gobierno y utilizadas para ofrecer bienes públicos y regulaciones específicas.” … “La acumulación de capacidades debe estar en el centro de cualquier agenda de crecimiento y desarrollo, y los gobiernos deben estar dispuestos a participar en discusiones nacionales y regionales de objetivos apropiados y estrategias efectivas”.
El reciente informe del BCCR sobre el IMAE en noviembre pasado incluye una alusión a su estudio sobre las cadenas globales de valor que indica que solo un 1,7% de la producción del régimen definitivo participa en ellas, lo que se compara con un 86,9% en los regímenes especiales. Señala el BCCR: “De acuerdo con los resultados, el régimen definitivo tiene una participación baja en CGV. En la manufactura, la participación es casi nula y en el caso de los servicios destacan únicamente los servicios de informática.”
Por eso debemos priorizar las acciones del estado para conformar un orden económico en que la innovación; la integración de la economía del régimen definitivo con los regímenes especiales; la formación de clústeres; la calidad, costo y oportunidad de los servicios públicos; la provisión de infraestructura y una regulación inteligente favorezcan el desarrollo de capacidades nacionales que con mayor productividad aceleren el crecimiento.
Tenemos muchos ejemplos exitosos de acciones del gobierno facilitando la creación de capacidades que han devenido en importantes desarrollos en la producción nacional. Para sitar unos pocos podemos recordar el desarrollo de agricultura no tradicional gracias a las acciones de CINDE y del gobierno en los ochenta respecto a forrajes, helechos, fresas, flores, melón, etc.; los clústeres de turismo y médicos en las últimas tres décadas; el impacto del Tratado de libre Comercio de Centroamérica y República Dominicana con EEUU; y los que esperamos se produzcan con la incorporación a la OCDE.
Este es el camino que nos permitirá salir del grave retroceso y el alto costo en bienestar al que nos han conducido errores del pasado y el COVID-19.
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan la opinión de la Academia de Centroamérica.
Articulo original de crhoy.com