U na de las metas de toda economía en vías de desarrollo, como la nuestra, debería ser que el ingreso promedio de sus habitantes se acerque al nivel de los países más ricos.
Un blog del Fondo Monetario Internacional resalta como Panamá ha sido el país latinoamericano que ha logrado que su ingreso per cápita se acerque o converja más hacia el de países ricos. Durante el último cuarto de siglo, previo a la pandemia, Panamá registró una velocidad de convergencia de poco más de 8 puntos porcentuales por década. Costa Rica, en contraste, mostró una velocidad de apenas 2,5 puntos porcentuales.
¿Qué ha hecho Panamá para ser el país de Latinoamérica que más se acerca a ser un país desarrollado?
El artículo resalta que buena parte del elevado crecimiento de su ingreso per cápita proviene del alto grado de inversión que ha experimentado el país. Además de la ampliación del canal y del aeropuerto, Panamá ha realizado gran cantidad de inversiones en infraestructura en años recientes. A eso se le suma que el país ha aprovechado muy bien la globalización, gracias a sus políticas de apertura comercial y estabilidad macroeconómica, que ha permitido un gran flujo de inversión privada, y que ha convertido a Panamá en un centro financiero y de logística de categoría mundial.
¿Puede Panamá mantener esa tasa de convergencia por más tiempo? Sí puede, si primero mantiene su atractivo hacia la inversión extranjera. Para ello, dice el artículo, debe mejorar, aún mas, el clima de negocios. También debe reforzar sus políticas de aumento de la productividad de los factores de producción, tales como elevar la calidad de la educación, facilitar la absorción del talento extranjero con el fin de mejorar la eficacia de la fuerza laboral, y fomentar la innovación y el uso de tecnologías de avanzada.
¿Qué lecciones podemos aprender los ticos de la experiencia panameña? Hacer lo que ha venido haciendo Panamá, pero aumentado y mejorado. Incrementar, de manera sustancial, la inversión en infraestructura del país —el BID ha estimado que el país requiere, al menos, $1.600 millones anuales en ese rubro—. Mejorar el clima de negocios para que más inversión privada ingrese al país —que es mucho más que solo garantizar estabilidad macroeconómica—. Fomentar la innovación y el uso de tecnologías de punta —más allá de las zonas francas—. Y, es crucial, mejorar la calidad de la educación —se explica por sí solo—.
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Publicación original en La Nación (03/12/2021)