H ace 10 meses me reuní con el Sr. Wilbur Ross, Secretario de Comercio de EE.UU. y otros tres empresarios de Latinoamérica, a solicitud del mismo Sr. Ross. El quería conversar con nosotros sabiendo que ya teníamos inversiones en su país, Britt era la más pequeña de las cuatro empresas en la mesa.
La reunión fue en una sección de un restaurante del hotel más moderno de Lima, y el motivo de la misma era vendernos la idea de invertir más en EE.UU. El secretario Ross nos comentó de las distintas exenciones de impuestos estatales y otros beneficios, que los diferentes estados de la unión americana están ofreciendo. Nos dijo que en muchos estados, al plantear una inversión, uno puede pedir que capaciten a la cantidad de personal necesaria en las habilidades que se requieran, sin costo para la empresa. Los gastos corren por cuenta del estado en cuestión, apoyados en el excelente sistema de universidades locales que ellos llaman “community colleges”. Le pregunté al Sr. Ross si la disminución de impuestos federales (que bajaron del 35% al 21%) había tenido un impacto positivo en la inversión y me dijo que sí, pero que más que eso lo que estaba causando mayor “tracción” en las inversiones, fue un cambio en el código de impuestos menos publicitado, que permite una depreciación acelerada de las nuevas inversiones. Es decir, que la empresa puede deducir hasta el total de lo invertido en nuevos activos de largo plazo, en su declaración de impuestos actual. La consecuencia es que una empresa que realice inversiones importantes durante varios años, podrá deducir todas esas inversiones y aún trasladar saldos a favor para años siguientes, y así reducir su tasa efectiva de impuesto de renta a niveles de un dígito. Para efectos prácticos, esto equivale a hacer del territorio de EE.UU. la zona franca más grande del mundo, y así este mercado se vuelve aún más atractivo para invertir, apoyado en su tamaño y en las otras variables de competitividad que posee. El secretario Ross nos dijo que los estados están compitiendo entre sí como nunca antes para atraer inversiones, especialmente los del centro (mid-west) y los del sur, y que pueden dar rebaja o exención en el impuesto de ventas, y en impuestos territoriales.
Cuento la anécdota porque me quedó claro que EE.UU. tiene una estrategia de “reactivación” sencilla, efectiva y poderosa. Se llama atracción de inversiones de todo tipo de todo el mundo. Los estadounidenses saben que la inversión trae prosperidad, y que no hay reactivación sin inversión. Por eso en este momento prácticamente no hay desempleo en EE.UU.
En cambio, en Costa Rica, después de pasar un “plan fiscal”, que por definición no reactivará la economía, sino que la ralentizará, no hay una estrategia clara de reactivación. Con un 12% de desempleo, la respuesta del gobierno es un Plan Nacional de Desarrollo que tiene 270 metas, y cuya máxima aspiración económica es llegar a un crecimiento de “al menos 3.3% en el 2022”. O sea, tenemos que esperar cuatro años para “alcanzar” un crecimiento del 3.3% que el país normalmente supera en un año promedio. En mis 53 años de vida sólo en 11 ocasiones hemos crecido menos de ese 3.3%.
Ya sabemos que eso no es suficiente para resolver los problemas de desempleo, de pobreza, ni la desigualdad. El gobierno no necesita controlar 270 metas con un sofisticado “cuadro de mando”, para lograr un crecimiento del 3.3%. El logro de metas irrelevantes para después felicitarnos por haberlas logrado no resuelve nada, en ese caso es mejor no perder el tiempo. El Plan Nacional de Desarrollo y de Inversión Pública del Gobierno del Bicentenario, etc. etc. tiene un gran nombre con un tamaño acorde a sus 270 metas, pero al final, necesitamos ser más prácticos. Tenemos un 12% de desempleo!
Aunque el título del Plan habla de “Inversión Pública”, la principal inversión, de lejos, es la privada, especialmente porque el gobierno gasta mucho en salarios (más del 70%) e invierte poquitico en activos productivos. A pesar de su presidente, el equipo económico de EE.UU. aparenta contar con un plan para la economía de su país, que consiste en atraer la inversión. Esa misma idea podría guiar la comunicación y la actuación de nuestro gobierno.
Si nos enfocamos en hacer lo necesario para atraer la inversión, el presidente Alvarado podría dar la directriz a sus 330 instituciones públicas (según el último conteo de hace varios años, por lo que lo más probable es que vayamos como por 350) que hagan lo necesario para favorecer la atracción de inversiones. Además, el presidente podría pedir a CINDE que dirija la política de inversión del país. No sólo la inversión externa a zonas francas, que es algo que CINDE hace muy bien, sino que promueva una nueva política de inversión interna y externa, para todas las áreas industriales, agrícolas, y de servicios fuera del régimen de zona franca. Con inversión interna me refiero a la inversión de empresas y personas residentes en Costa Rica, que cada día deciden dónde invertir sus fondos.
Venezuela nos muestra la cara de la peor política de inversión interna, que en el lenguaje más exquisito de Maduro sería algo como: “empresarios, ‘hand-offs Venezuela, de inmediati’ no queremos sus dólares ni sus ideas, llévenselas a Miami y produzcan allá, como viles siervos del imperio; nosotros, bueno, mi pueblo, prefiere morir de hambre pero con honor”. Lo que vemos en Venezuela es el resultado de una política de fomento a la desinversión interna y externa. Después de 20 años del régimen Chávez/Maduro, han logrado destruir la mayoría de sus industrias y han empobrecido al país. En Costa Rica necesitamos hacer lo contrario. Necesitamos que todos los empresarios ticos y de todo el mundo, quieran invertir acá.
Necesitamos que el capital privado pueda ser socio en proyectos públicos, para potenciar la inversión. Necesitamos más y mejores carreteras, mejores puertos, aeropuertos, infraestructura logística y de comunicaciones incluyendo la internet de alta velocidad simétrica, activos que puedan potenciar la calidad de servicios y soluciones que los ticos podemos ofrecer al mundo. Queremos soluciones innovadoras, disruptivas, para atraer más inversión, abrazar lo digital, reducir a la mitad las 330 instituciones que nos están asfixiando y reducir aún más su tramitología. La descarbonización está bien, pero mientras tanto nos urge reducir ese 12% de desempleo, tener carreteras decentes a Limón, Cartago, Heredia, con buses y camiones que no nos fumiguen hasta impedir la visibilidad cuando uno va detrás de ellos. La gente necesita trabajo para comer, para tener donde vivir y educarse, y eso sólo viene con inversión.
Sugiero a los asesores económicos del gobierno plantearse una meta más retadora, como crecer por lo menos al 5.5% con una política coherente de inversión y competitividad, esta meta no es utópica, ya Costa Rica la ha sobrepasado en 4 de los últimos 25 años.
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de la Academia de Centroamérica.
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