D esde hace varios años, diferentes estudios han señalado que, en muchos países en vías de desarrollo, la apertura comercial junto con la inserción internacional, ha favorecido el surgimiento de un sector moderno y competitivo en los mercados mundiales y doméstico, acorde con las mejores prácticas de la economía del conocimiento (v.g. el sector exportador de Costa Rica).
Sin embargo, estos estudios también señalan el surgimiento de grandes cantidades de empresas en los sectores agrícola, manufacturero y de servicios, de baja productividad, baja calidad y bajos salarios, que operan al margen de las reglas de la formalidad; es decir, sin las obligaciones y protecciones del derecho privado. Estas empresas son a las que llamamos informales.
En síntesis, tenemos un acentuado dualismo productivo. Convive un grupo de empresas con niveles altos (y crecientes) de productividad, que participan en la economía del conocimiento y que normalmente generan buenos empleos, con un grupo mayoritario de empresas con niveles bajos (y estancados) de productividad que elaboran bienes y servicios de pobre calidad, que están en la informalidad y generan empleos precarios.
Para confrontar correctamente este flagelo, es importante comprender el fenómeno de la informalidad y tomar en cuenta las recomendaciones que surgen de la literatura económica y de las exitosas experiencias internacionales.
En general, en la literatura moderna se consideran tres visiones sobre las causas de la informalidad. La primera visión -neo-dualismo, plantea que la mayoría de las empresas informales (micro y pequeñas -Mipes) son de subsistencia y residuales.
Estas empresas producen bienes de muy baja calidad, consumidos por trabajadores de muy bajos ingresos, y existen porque las empresas del sector formal moderno (generalmente medianas y grandes) no generan suficientes puestos de empleo. Una característica fundamental de las Mipes informales es que no cuentan con las capacidades empresariales y de gestión para ser exitosas en el sector moderno.
Por ello, solo desaparecerán cuando los países generen suficiente empleo de calidad en el sector moderno de la economía. La segunda visión de la informalidad, asociada con Hernando de Soto, señala que el sector informal no sería inerte y de subsistencia con pocas capacidades productivas, sino que es un sector con alto potencial. Sin embargo, este sector está limitado por normativas, regulaciones y trámites administrativos que, al no reflejar su realidad, lo excluyen de la economía formal.
Esta visión enfatiza que la informalidad existe por el exceso de regulaciones, tales como altas cargas sociales y permisos de operación, los cuales incrementan significativamente el costo de la formalidad. Finalmente, la tercera visión -oportunista o parásita, indica que las empresas en el sector informal son oportunistas (o parásitas) en el sentido de que deciden mantenerse en la informalidad debido a que el rendimiento de ser informal excede aquel de ser formal.
A diferencia de lo que afirman la visión dualista, estas empresas informales tendrían niveles de productividad que les permiten participar en el sector moderno, pero deciden “oportunistamente” no hacerlo, porque les es más rentable mantenerse como informales.
Nuevos estudios muestran que estas tres visiones no son contradictorias, sino más bien complementarias -explican comportamientos distintos de empresas muy desiguales entre sí. De hecho, en muchos países la reducción de las normativas, regulaciones y trámites administrativos no ha eliminado la informalidad de manera significativa, a no ser que, al mismo tiempo, se promueva la mejora de las capacidades productivas de las empresas informales, toda vez que producen en condiciones inaceptables.
Es decir, ayudarlas a incrementar la productividad para poder insertarse en cadenas de valor dinámicas, sean estas domésticas o internacionales. En palabras de dos distinguidos economistas en este campo -Charles Sabel y Piero Ghezzi, el reto consiste en apoyar a las empresas informales capaces de saltar la “valla de la calidad” (i.e. umbral mínimo de capacidades).
Las empresas que están cerca de la “vaya de la calidad” requieren cumplir un conjunto de requisitos para mejorar y expandir sus operaciones, dominando tanto nuevas disciplinas y rutinas como utilizando nuevos recursos. Por lo tanto, debe tenerse claro que el hecho de simplemente mejorar ciertas condiciones del clima de negocios; por ejemplo, un mejor acceso al crédito, es insuficiente. Se requiere también desarrollar capacidades en estas empresas para que puedan operar de manera más productiva.
Ahora bien, el desarrollo de estas capacidades demanda aprender nuevos principios generales (y cómo adaptarlos a los contextos locales), lo cual además requiere varias formas de sociabilidad (v.g. con capacitadores y otros empresarios), ya que las empresas informales rara vez superan el obstáculo de la calidad por si solas. El éxito normalmente depende de la colaboración entre productores (en asociaciones o cooperativas), entre éstos y compradores (empresas tractoras) y del apoyo del Estado, difundiendo ampliamente las prácticas de la economía dinámica, así como atendiendo exitosamente los fracasos de mercado y de gobierno imperantes en la economía en cuestión.
En Costa Rica no hay estudios sobre el número de empresas que podrían estar cerca de la “valla de la calidad”, pero en un estudio en Brasil, se estimó dicha población en aproximadamente el 10% de las empresas informales. Según el INEC, el número de empresas informales en Costa Rica asciende a más de 450.000 en el año 2021. Así, podríamos suponer (por el momento) que la población meta de empresas cerca de la “valla de la calidad” es de 45.000 en nuestro país.
La pregunta es, entonces ¿qué podemos hacer para ayudar a estas empresas? Lo primero, es identificarlas apropiadamente y determinar cuáles son sus necesidades reales para saltar la valla; lo segundo, contrastar los programas de desarrollo productivo que existen hoy en día con las necesidades reales de estas empresas; lo tercero, plantear las reformas necesarias a dichos programas (incluyendo instituciones); lo cuarto, mejorar la coordinación institucional para la planificación, diseño, implementación, monitoreo y evaluación de las políticas y programas que se definan.
Varios países son ejemplos de éxito en este tipo de enfoques, el País Vasco y Finlandia en Europa, así como Chile y Uruguay en América Latina. Valdría la pena contrastar las ideas antes expuestas con lo que se estipula en el reciente Plan Nacional de Desarrollo, presentado por las autoridades de Gobierno. Algo para futuros artículos.
Envíe sus dudas o comentarios a rmonge@academiaca.or.cr.
Las opiniones expresadas en esta publicación son del autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de la Academia de Centroamérica, su Junta Directiva, ni sus asociados.
Publicación original en crhoy.com (27/12/2022)Complete the following form and join Central America Academy for information and regular updates.
Error: Formulario de contacto no encontrado.
Complete el siguiente formulario de suscripción y únase a la
Academia de Centroamérica para ofrecerles un mejor servicio.
Error: Formulario de contacto no encontrado.