P ara un país tan pequeño como Costa Rica, su participación activa en el comercio mundial es una condición necesaria para su desarrollo. Cuanto menor sea la economía mayor es la necesidad de su inserción en el comercio internacional. Los acuerdos de los 164 países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) relacionados con la reducción significativa de las trabas al comercio internacional – tarifas arancelarias, cuotas y otros obstáculos no arancelarios – ha tenido un efecto determinante en la evolución del comercio internacional. Tanto es así que el crecimiento de éste último ha sido, durante varias décadas, más elevado que el de la expansión de la economía mundial.
La OMC, al asegurar el acceso de Costa Rica al mercado internacional, es decir al facilitar las exportaciones y las importaciones, ha sido un factor muy importante para su desarrollo económico. De hecho, la incorporación de Costa Rica a la OMC, fue una decisión de mucha trascendencia como parte del proceso de la apertura comercial y financiera llevado a cabo por el país en la segunda mitad de los años ochenta del siglo pasado.
Sin embargo, en el transcurso del tiempo, la OMC ha acumulado una serie de problemas cuya solución se ha pospuesto una y otra vez. Hoy, la institución hace agua. La crisis se ha agravado aún más debido a las múltiples diatribas y exabruptos de Trump quien ha amenazado, sin ambages, en no pocos casos con la posibilidad de retirarse de la OMC. En la actualidad, un grupo de países, encabezados por Canadá, ha puesto la “barba en remojo”. Trabajan febrilmente, ahora sí, para reformar y remozar la organización. Se busca, con ahínco, solucionar los problemas por largo tiempo dejados de lado.
Ahora bien, cuáles son los temas que más le interesan a Costa Rica cuando se trata de reformar la OMC. A continuación se enumeran los principales.
La toma de decisiones en el seno de la OMC se basa en dos puntos. De una parte, un país un voto y, de otra, la aprobación requiere la unanimidad de todos los países miembros. Es decir, cada país tiene el derecho de veto. ¡Países como Yemen, Guinea o Costa Rica pueden impedir la aprobación de asuntos con los cuales están de acuerdo miembros como EE.UU, China, Japón o la UE! Esta norma resta flexibilidad al funcionamiento de la OMC. Existe la necesidad de permitir a un grupo de países suscribir acuerdos sin la participación de los demás miembros. Estos últimos podrían adherirse posteriormente, si así lo desean.
Esto abre la posibilidad de concretar acuerdos comerciales plurinacionales ya sean de carácter regional o restringidos a un tema específico, por ejemplo, el comercio digital, sin necesidad de la aprobación por parte de todos los países miembros.
El tema acerca de cuáles decisiones pueden los países tomar y cuáles no debe ser parte de la reforma de la OMC. Este punto forma parte esencial de la reforma de la organización. Evidentemente, los subsidios a las exportaciones y los obstáculos a las importaciones continuarán prohibidos. Las dificultades surgen con otras medidas relacionadas con la llamada “política industrial”. Se trata, concretamente, de los incentivos y subsidios otorgados por los países miembros a algunos sectores o a ciertas regiones con el propósito de aumentar o proteger la producción nacional de determinados bienes y servicios. El tema es especialmente espinoso cuando se trata de relaciones comerciales entre países de economía de mercado con otros que no lo son. Este es, precisamente, el origen de acres disputas entre China y EE.UU. Pero también presenta agudos problemas aun entre países de economía de mercado. Resolver este problema representa uno de los temas más complejos de la reforma de la OMC.
La aparición de nuevos bienes y sobre todo de nuevos servicios en el escenario del comercio internacional, obliga a los negociadores a incluir este tema en la reforma de la OMC. Tal el caso, por ejemplo, del comercio digital.
La modificación del proceso vigente para la resolución de conflictos en el seno de la OMC es, sin duda, un tema de la máxima prioridad. Es la causa de muchas de las críticas a la OMC. No pocos países, en especial los EE.UU., consideran el sistema actual inadecuado y claman por su revisión. En esencia, la reforma deberá devolver al Consejo General de los países miembros la facultad de decidir acerca de la interpretación de la normativa vigente, así como de sus modificaciones. Funciones que en buena medida han sido tomadas por el Órgano de Apelaciones (Appellate Body). De hecho, esta responsabilidad primordial debe pasar del ámbito jurídico (Órgano de Apelaciones) al político (Consejo General). Esta es otra de las reformas principales que deberán llevarse a cabo.
En la reunión de la OMC en Doha (2001) se adquirió el compromiso de añadir a las tareas de la OMC una más. En efecto, además de sus funciones de promover las negociaciones comerciales, servir de árbitro en los conflictos entre los países y monitorear el cumplimiento de los deberes de los miembros, se le encomendó una cuarta tarea, a saber: adecuar las normas sobre el comercio internacional a fin de promover el crecimiento económico de los países en desarrollo. India por ejemplo, insiste en cumplir con este compromiso antes de proceder con otras reformas de la OMC o al menos proceder de manera simultánea.
En la OMC los miembros considerados como países en vías de desarrollo reciben un tratamiento preferencial. No es de extrañar entonces que no pocos países con esta calificación, cuando ingresaron a la Organización, pretendan mantener está ventaja aun cuando hoy ya no son países en vías de desarrollo. Este es el origen de importantes discrepancias. La reforma de la OMC incluirá muy posiblemente una nueva disposición según la cual si un miembro supera un determinado umbral de desarrollo pierde las ventajas que tenía cuando era un país en vías de desarrollo.
La clasificación de un país como una economía de mercado por la OMC es importante. En efecto, los conflictos debidos a prácticas de dumping cuando se trata de economías de mercado son los precios del país exportador los que se toman como referencia para dirimir el conflicto. En cambio, cuando la economía no es de mercado los precios de referencia son los internacionales y no los nacionales. Se considera en efecto, que estos últimos no reflejan la verdadera realidad económica. Como es de esperar los países cuya economía no se considera de mercado tratan, con denuedo, de modificar esta situación, es decir que se les considere como economía de mercado. Tal es el caso especialmente de China.
El tema de la “seguridad nacional” ha planteado, serias discrepancias en el seno de la OMC. En efecto, los miembros pueden adoptar, transitoriamente, algunas medidas proteccionistas – por ejemplo, aumentar sus tarifas arancelarias – si en determinadas circunstancias consideran en peligro su seguridad nacional. La situación se ha complicado desde la llegada de Trump a la Casa Blanca. Esto por cuanto EE.UU. ha hecho uso de esta posibilidad de manera abusiva por ejemplo, en el caso del aumento de la tarifa arancelaria para el acero y el aluminio y también en sus reiteradas amenazas de aumentar los impuestos de aduana para la importación de automóviles.
Ahora bien, caso de no acotarse, apropiadamente, este concepto de “seguridad nacional” podría correrse el riesgo de ampliar de manera indebida el ámbito de su aplicación. ¡Se podría llegar a considerar entre otros, la importación de alimentos y medicamentos como una amenaza para la “seguridad nacional” de los países miembros! De ahí, entonces, la urgente necesidad de precisar, en las reformas de la OMC, el alcance del concepto de “seguridad nacional”, así como las normas para su posible aplicación en casos concretos.
No pocos miembros insisten en la necesidad de llevar a cabo un programa específico de apoyo a los miembros para promover su comercio exterior. De esta manera, los países podrían aprovechar a cabalidad las nuevas oportunidades que surgen de la apertura comercial y los beneficios de una mayor inserción en la economía internacional. Este tema, posiblemente, debe tomarse en cuenta en la reforma de la OMC.
Para finalizar, es conveniente hacer dos reflexiones a manera de conclusión.
Primera. La tarea de llevar a cabo las reformas de la OMC es una tarea variopinta, ardua y laboriosa. Las reformas serán difíciles de concretar, difíciles de aprobar, difíciles de ejecutar. El camino a recorrer es harto empinado, tortuoso y plagado de abrojos. Será necesario llegar a acuerdos cuando los intereses de los países son, con frecuencia, disímiles y hasta opuestos: pobres y ricos, grandes, medianos y pequeños, diferentes sistemas económicos, agendas geopolíticos contrapuestas, enfoques y planteamientos diversos. Será indispensable hacer concesiones dolorosas y aceptar compromisos arriesgados. Todo será difícil a no dudarlo, sin embargo, es necesario y posible sacar adelante la tarea. El reto amerita hacer el esfuerzo. No hacerlo significaría perder la oportunidad de crear una organización internacional cuyo funcionamiento estaría basado en reglas de aplicación general para todos los miembros. Esto obligaría a los países a llegar a acuerdos fuera de la OMC, a caer en el bilateralismo, el imperio de la fuerza y la arbitrariedad. Este escenario es muy inconveniente para Costa Rica sobre todo por ser un país tan pequeño.
Segunda. Costa Rica debe prepararse para participar en las negociaciones de la reforma de la OMC. En efecto, las funciones y tareas de la OMC son de vital relevancia para el desarrollo económico del país. Por eso es importante, en el proceso de las negociaciones, poder participar en algunos grupos de trabajo, formales unos informales otros. Parte Costa Rica de una posición relativamente buena. Su historial en el seno de la OMC, con una sola excepción, ha sido satisfactorio. Su participación ha sido constructiva, su desempeño decoroso. El reconocimiento que se le hace a Costa Rica en la OMC va más allá de su importancia relativa.
Ahora bien, la posible contribución de Costa Rica depende, en última instancia, de la capacidad de su equipo negociador en Ginebra. Capacidad para presentar ideas acertadas y hacer planteamientos oportunos. De entender la dinámica y los “tiempos” de la negociación. De descubrir, con perspicacia, las oportunidades y del empeño puesto para aprovecharlas.
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Articulo original de CRhoy