C osta Rica escogió el comercio y la inversión como punta de lanza de su estrategia de desarrollo económico. A lo largo de las últimas cuatro décadas, tomó un conjunto de medidas relacionadas con la liberalización unilateral, la eliminación de controles al comercio exterior, la apertura a la inversión extranjera y una mayor participación en acuerdos comerciales multilaterales, regionales y bilaterales.
Los resultados en diferentes ámbitos —empleo, divisas, inversión, tecnología y bienestar del consumidor, entre otros— son notables y suficientemente documentados.
Para los detractores del modelo, sabemos hoy que la liberalización del comercio no generará un crecimiento más rápido, a menos que vaya acompañada de cambios en otros campos de la economía, como la reducción de las barreras a la entrada de nuevas empresas, el fomento de mercados laborales más flexibles y la mejora de infraestructura. Tareas en las cuales Costa Rica obtiene una nota deficiente.
El éxito de la estrategia fue identificar los cuellos de botella y actuar en ellos de manera deliberada. Así, para promover la diversificación de las exportaciones se estableció en la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde) un programa de descubrimientos agrícolas —nuevas actividades, no necesariamente disruptoras, pero relacionadas con las existentes y con potencial para la ventaja comparativa—.
Se creó el régimen de zona franca con incentivos para atraer inversión y facilidades para aprovechar las externalidades que se dan a partir de la aglomeración (clústeres) y se creó la Promotora de Comercio Exterior (Procomer) para ejecutar programas de apoyo a las empresas exportadoras.
Se realizaron intervenciones puntuales para la promoción de sectores específicos. En algunos casos se redujeron unilateralmente los aranceles a los insumos para ciertas cadenas de valor y, en otros, se decidió buscar vigorosamente empresas cuya inversión promovió el establecimiento de clústeres, como el de dispositivos médicos y semiconductores.
En paralelo, el Ministerio de Comercio Exterior (Comex) fijó una ambiciosa agenda de liberalización comercial, con la cual somos una plataforma de exportación preferencial hacia la mayor parte de las Américas, el Caribe, Europa, China, Corea del Sur y Singapur, al mismo tiempo que nos cubre el derecho internacional aplicado por la Organización Mundial del Comercio.
Pese al éxito anterior, la acelerada innovación tecnológica, los movimientos geopolíticos y el cambio climático hacen necesario una reinvención constante de nuestro aparato productivo a fin de mantener la competitividad y el crecimiento. Los modelos de desarrollo económico suponen que el crecimiento requiere la acumulación de capital físico y humano y el aumento en la productividad de los factores. Sin embargo, la productividad sigue siendo un concepto elusivo.
Recientemente, varios economistas sugirieron que la productividad de un país debe visualizarse tomando en cuenta la ubicuidad y complejidad de los bienes que es capaz de exportar. A medida que los países crecen, diversifican sus canastas de exportación, pero en lugar de abandonar lo que hicieron en el pasado, continúan agregando nuevos productos a su combinación de exportaciones.
La fabricación de productos complejos es posible solamente en economías con buenas instituciones, capital social, infraestructura y educación. Es decir, factores que determinan la productividad.
La diferencia en desarrollo entre países se explica por el tipo de bienes que producen. En general, las economías desarrolladas exportan una amplia gama y las consideradas en desarrollo, unos pocos.
Los países avanzados tienden a exportar productos que son relativamente complejos y raros (fabricados por algunas otras naciones), mientras que los no avanzados tienden a vender en el extranjero bienes de consumo relativamente simples y ubicuos (elaborados por muchos).
A partir de este análisis, y propio de la intersección entre economía, geografía y física, se desarrollaron los conceptos “complejidad económica”, la “relación entre productos” y el “espacio de productos”.
La complejidad económica es una medida de la cantidad de capacidades y conocimientos que intervienen en la producción de cualquier producto dado. Por ejemplo, para elaborar una prótesis hay que investigar, diseñarla, cortarla, armarla, probarla, comercializarla y distribuirla. Esto implica capacidades y conocimientos que solo una red extensa de personas tiene. Imaginemos lo requerido para fabricar una válvula cardíaca o una turbina de avión.
La relación entre productos mide la “compatibilidad” entre una economía y una actividad. Es un concepto muy poderoso, y se basa en la noción de que los países pueden moverse hacia la producción de bienes adyacentes que utilizan el mismo set de capacidades y conocimientos.
Se puede utilizar para estimar si la estructura de exportación de un país es compatible con lo que se necesita para vender en el extranjero determinados bienes y predecir la probabilidad de que un país entre o salga de una actividad. Por supuesto, es posible identificar los eslabones necesarios que hay que “construir” para que una actividad en particular se establezca. ¿Puede Costa Rica ser exportadora exitosa de productos farmacéuticos o de tecnologías de inteligencia artificial?
El espacio de productos es la representación gráfica de una red que contiene todos los productos que exportan los países, donde los bienes y servicios que se venden conjuntamente con mayor frecuencia están más fuertemente conectados y se encuentran más cerca unos de otros.
Para entender mejor este concepto, pensemos en un bosque. Los árboles son productos y hay secciones del bosque más densamente pobladas que otras. Las secciones del bosque con más árboles son más productivas y es más fácil que los países se muevan hacia árboles adyacentes (productos que requieren capacidades similares).
Mediciones realizadas a partir de estos tres conceptos indican que Costa Rica es una economía de complejidad media, pero mayor de lo que predice su PIB. Esto quiere decir que tenemos un potencial de crecimiento basado en nuestro conjunto de capacidades y conocimientos.
En el mapa de productos de Costa Rica, destacan los dispositivos médicos, los semiconductores y los productos de origen agropecuario. Siguiendo la analogía del bosque, ¿cómo hacemos para que estas tres zonas del bosque se comuniquen y converjan hacia actividades más productivas?, ¿cuál es la ruta para que Costa Rica migre hacia zonas del bosque más pobladas, más ricas y de mayor productividad? En el pasado dimos los saltos de manera intuitiva. Hoy sabemos más y tenemos las herramientas adecuadas.
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Publicación original en La Nación (19/02/2023)