E l pasado 12 de febrero la Academia de Centroamérica realizó el primero de cinco foros sobre retos nacionales dedicado al cambio demográfico en Costa Rica y sus implicaciones, en conmemoración a su 50 aniversario.
En principio, el panorama parece desalentador. La acelerada reducción en la fecundidad y el descenso sostenido de la mortalidad ralentizan el ritmo de crecimiento de una población costarricense encaminada al envejecimiento. A medida que se ensancha la proporción de personas con edades entre 65 años o más, también aumenta la demanda por servicios públicos en salud y pensiones.
Pero, ¿cómo se financiará el Estado si el número de contribuyentes en edad de trabajar es cada vez menor?
Por ahora la situación es distinta. Desde 1970 el país disfruta de un bono demográfico: la proporción de personas en edad de trabajar (activas) es mayor en comparación con las personas dependientes, como niños o ancianos. En consecuencia, el Estado cuenta con mayores ingresos tributarios porque la base tributaria es amplia.
Sin embargo, el Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP-UCR) proyecta que el bono demográfico expirará en el año 2020. Entonces el Estado empezará a sentir la presión de una factura demográfica al contar con cada vez menos personas activas.
Entre los participantes del foro estuvo Pamela Jiménez, investigadora del CCP-UCR y el Estado de la Nación, quién expuso sobre una oportunidad para potenciar el crecimiento económico y la productividad, así como aumentar el número de contribuyentes a la seguridad social para financiar servicios como educación, salud y pensiones: el bono de género.
El bono de género consiste en aumentar la fuerza laboral a través de una mayor participación de las mujeres. Razones culturales han derivado en que los hombres participan más en el mercado laboral. Sin embargo, ellas se han ido incorporando a un ritmo más acelerado, en parte, por un aumento en su nivel educativo y, en parte, por la menor fecundidad que les permite disponer de más tiempo para trabajar.
Las encuestas de empleo muestran que entre los 30 y 55 años de edad, etapa de la vida en que la participación laboral es mayor, casi el 100 por ciento de los hombres trabaja o busca trabajo, mientras que en la mujer ese porcentaje se reduce a la mitad. El margen de acción para ampliar la población activa proviene entonces de las mujeres.
Para materializar los beneficios del dividendo de género es necesario superar las barreras sociales que dificultan la inclusión de más mujeres al mercado laboral, como las altas tasas de desempleo, las brechas en el ingreso real y, en particular, el costo de oportunidad que representa el trabajo doméstico no remunerado. Esto hace necesario el diseño, ejecución y evaluación de políticas públicas que permitan minimizar estas barreras.
Así, por ejemplo, Costa Rica aprobó en 2018 el Convenio sobre la igualdad de oportunidades y de trato entre trabajadores y trabajadoras: trabajadores con responsabilidades familiares, del Organismo Internacional de Trabajo (OIT), el cual promueve horarios laborales adaptados a personas con responsabilidad familiar, la corresponsabilidad en el cuido infantil y la creación de permisos de paternidad. La implementación de estas políticas a nivel nacional, tanto en el ámbito público como privado, contribuiría a aumentar la participación laboral femenina, reducir la discriminación de género y cambiar las percepciones y actitudes hacia la atención familiar.
Por otro lado, el bono de género no debe entenderse como que las mujeres reemplazan a los hombres en el mercado, sino que con su participación se amplía la fuerza laboral. La generación de empleos de calidad que promueve la agenda de reactivación económica del Gobierno debe crear oportunidades para ambos. Mientras el trabajo doméstico no remunerado, incluyendo la atención familiar, recaiga principalmente en las mujeres entonces poco podrán aprovechar cualesquiera oportunidades. Resulta oportuno considerar ampliar la cobertura de las redes de cuido a nivel nacional como una opción para minimizar esta barrera.
En fin, el dividendo de género representa una oportunidad que permitiría aprovechar lo que resta del bono que expira y prepararnos mejor para hacer frente a la factura demográfica ineludible que nos espera.
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de la Academia de Centroamérica.
Articulo original de CRhoy