L a renuncia del magistrado presidente del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) Luis Antonio Sobrado, aunque inesperada, a fin de cuentas deja una buena sensación.
Inesperada fue la renuncia, tal vez por el largo tiempo que ejerció el cargo, 14 años. Pero, además, porque durante ese lapso se distinguió por ser un magistrado serio, riguroso en sus planteamientos y que brindó a la ciudadanía, creo yo, la sensación de seguridad en que el TSE era incorruptible bajo su mando, algo fundamental para mantener el espíritu democrático en el país con la democracia más duradera de la región.
Por eso, don Antonio tuvo razón al hacerse a un lado ante la presunción de un conflicto de intereses, pues su cuñada es candidata a vicepresidenta.
Como se ve el panorama electoral, con 27 partidos que han presentado candidatos presidenciales y otros más con candidatos a diputados, cualquier cosa puede pasar. Recordemos que en las últimas dos elecciones tanto Luis Guillermo Solís como Carlos Alvarado no eran los favoritos para ganar dos meses antes de los comicios, y ambos pasaron a segunda ronda con menos de 75.000 votos de diferencia con respecto a su contendiente más cercano.
En estas elecciones, podría repetirse que cuatro, cinco o más aspirantes se disputen el pase a la segunda vuelta. En esas circunstancias, el TSE debe verse ante los ciudadanos como una entidad totalmente imparcial y creíble.
Aunque legalmente el presidente del TSE pudo haberse inhibido y no participar en las decisiones del Tribunal o pedir un permiso con goce de salario de seis meses, prefirió renunciar al cargo para no abrir ningún portillo que restara credibilidad a las decisiones del órgano electoral.
Al hacerlo, renunció también a la posibilidad de irse para la casa con salario incluido, sin hacer nada más que rascarse la panza. Imagino que a don Antonio le debe haber dado vergüenza pensar en cosa semejante.
Qué contraste entre su actitud y la de funcionarios que han sido cuestionados por actos de corrupción que ameritaban el despido inmediato, pero que, mediante el uso de artimañas legales, han logrado que únicamente los suspendan. Tras causar una pérdida al fisco, esos sinvergüenzas son premiados con irse para la casa, sin tener que trabajar, pero ganando un buen sueldo.
Gracias, don Antonio, por dar el ejemplo.
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Publicación original en La Nación (29/10/2021)