A l anunciar, hace una semana, su decisión de no apoyar a ninguno de los candidatos en la segunda vuelta, el Frente Amplio argumentó que tanto José María Figueres como Rodrigo Chaves “representan la continuidad de un mismo modelo neoliberal excluyente y diferentes formas de debilitamiento de nuestra democracia”.
Un par de días después, en una entrevista con La Nación, Eli Feinzaig, excandidato y diputado electo del Liberal Progresista, mostró otro lado de esa misma moneda, al referirse a los dos como “socialdemócratas estatistas cuya inclinación natural, su instinto, les dice que para cada problema hay que crear una institución nueva y un impuesto nuevo para financiarla”. Paradójicamente, y acto seguido, dijo no creer “en el diagrama lineal de la política de izquierda y de derecha”, porque a él lo “tachan de derecha o de extrema derecha”; también, agrego, de neoliberal.
Estas declaraciones ilustran varios problemas de un discurso político que, para ser benigno, llamaré inconveniente y distorsionante. Ambas acuden a modelos reduccionistas, cerrados e imprecisos, para definir situaciones y posiciones complejas; ambas eluden la responsabilidad de tomar posición, al tratar como iguales dos propuestas y candidatos marcadamente distintos; ambas ponen etiquetas a otros y, al hacerlo, lejos de reducir, fortalecen las barreras para la negociación y los acuerdos. Y ambos grupos, así, nublan la realidad, coquetean con los riesgos del purismo ideológico y se acercan a un modelo de la política como testimonio, no de logro.
Es lo contrario de dos partidos que podrían, desde propuestas muy distintas, al menos, coincidir en un propósito común: mejorar la calidad de la política y fortalecer nuestra democracia.
Nadie está obligado a definirse públicamente en una competencia binaria como la segunda ronda; tampoco, a pretender que quienes le dieron apoyo en la primera sigan sus instrucciones. Por esto, es respetable eludir las adhesiones. Lo inconveniente es hacerlo mediante recursos que contaminan el debate y contradicen la declarada voluntad aperturista y negociadora del FA y el PLP. Acudir a los absolutos (en este caso doctrinario-confusos), implica cerrar puertas al análisis de los hechos concretos y a la búsqueda de “subóptimos” posibles. Es decir, lo contrario de la buena política.
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Publicación original en La Nación (03/03/2022)Complete the following form and join Central America Academy for information and regular updates.
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