U no, Progreso Social Democrático (PPSD), se define como “el partido de gobierno”, y hasta ahora lo es, al menos formalmente: llevó a la presidencia a Rodrigo Chaves y eligió diez diputados como fracción oficialista. Además, avanza en conformar papeletas para las elecciones municipales de febrero.
Otro, Pueblo Soberano (PPS), promete “seguir regando las semillas que el Ejecutivo está sembrando” y muestra la frase “los rodriguistas somos uno”. Enfrenta serias complicaciones en la sala de partos del Tribunal Supremo de Elecciones y aún no se sabe si verá la luz a tiempo para las cantonales.
El tercero, Aquí Costa Rica Manda (ACRM), que adquirió el cascarón vacío de Fuerza Nacional, se promociona como “la nueva casa del rodriguismo” para competir en esas elecciones. Hasta ahora, de allí no pasa.
Pero hay más: la diputada Luz Mary Alpízar, quien controla el PPSD, fue “censurada” en marzo por ocho de sus compañeros de fracción, que le reclamaron no soltar prenda de las estructuras. Sin embargo, ninguno de ellos ha renunciado a esa divisa como cobija legislativa, y doña Luz se mantiene como diputada gobiernista.
Hace cuatro semanas, a raíz de sus problemas de inscripción, el PPS pidió a sus partidarios sumarse a otra agrupación afín (no dijo cuál) con vistas al proceso municipal. Este martes, Mayuli Ortega, principal dirigente y funcionaria de la Presidencia, cambió el discurso y envió una carta a sus integrantes comunicando el nombramiento de Jorge Rojas, diputado del PPSD, coordinador territorial de Alajuela. Entre tanto, ACRM, que preside Federico Cruz, asesor de imagen del presidente, parece muy poco activo. Su última publicación en Facebook se produjo el 28 de junio: una felicitación de cumpleaños a la diputada Pilar Cisneros.
Uno esperaría un poco más de claridad, organización y rigor de quienes reclaman, con aval del presidente o sin él, una etiqueta tan imprecisa y volátil como el “rodriguismo”. Pero la confusión no sorprende: es resultado de considerar a los partidos no como estructuras programáticas medianamente sólidas y estables, sino simples franquicias que se adquieren y descartan según convenga. Así ocurrió en las elecciones del año pasado. La gran diferencia, ahora, es que salieron trillizos y los tres reclaman la misma camisa.
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Publicación original en La Nación (13/07/2023)