N o hay que ser muy astuto para darse cuenta de que las recientes elecciones en Nicaragua fueron un fraude o una pantomima, como las llamó el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
Según las cifras oficiales, el 70 % de los nicaragüenses fueron a votar, pero la oposición aduce, más bien, que el abstencionismo ronda el 70 %.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) constató la violación de las libertades de los nicaragüenses durante el proceso, cuyo claro fin fue perpetuar a la pareja Ortega Murillo en el poder.
Solo este año han detenido a unas 30 personas de forma arbitraria, incluidos siete precandidatos a la presidencia, que no pudieron participar en el proceso por estar privados de libertad. Las elecciones «no dan las garantías mínimas de libertad, acceso a la información, transparencia y pluralidad», concluye el informe de la Corte-IDH.
Como reacción, son muchos los países que rechazan el resultado de esas elecciones, incluida Costa Rica. Hasta Perú se pronunció en contra. Biden fue de los primeros en calificar los comicios como ni de libres, ni de justos, ni de democráticos. Su gobierno, incluso, fue más allá, al aprobar la ley Renacer, con la cual pretende presionar a Daniel Ortega por medio de sanciones económicas y cerco diplomático.
Está claro que las acciones del orteguismo (que ya no se le puede denominar sandinismo) merecen el mayor repudio internacional. Se debe apoyar al pueblo nicaragüense para que recupere la libertad de escoger, por la vía democrática, a su presidente.
La estrategia de sanciones y embargos, sin embargo, suele ser poco eficaz para alcanzar el objetivo de hacer ceder al dictador, pero sí suele tener consecuencias nefastas para los ciudadanos. Basta con ver lo que ha sucedido en Cuba y Venezuela.
Es muy probable que los nicaragüenses saldrán huyendo de su país, muchos de ellos hacia el nuestro, como siempre.
Es de suponer, además, que Ortega imponga represalias comerciales contra nuestras exportaciones y al paso de camiones hacia el norte. En parte, porque nuestro gobierno no reconoció la farsa electoral, pero también como medida para apartar la atención de sus problemas internos.
Será cuando más extrañaremos no haber terminado el proyecto del ferri de Caldera hacia El Salvador.
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Publicación original en La Nación (12/11/2021)Complete the following form and join Central America Academy for information and regular updates.
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