L as decisiones del Presidente Donald Trump acerca de la política exterior de Estados Unidos tienen, sin duda, una importancia determinante en las relaciones internacionales de los cinco continentes.
¿Cuáles son los objetivos del Presidente? Dar respuesta a esta pregunta no es fácil.
En efecto, sus manifestaciones cotidianas en los medios de comunicación son con frecuencia vagas, imprecisas, contradictorias y cambiantes. Ello dificulta conocer las intenciones y propósitos del Presidente.
Varias pueden ser las respuestas a la pregunta planteada.
En lo que sigue se hace el supuesto de que su objetivo consiste en reconstruir el orden liberal internacional creado, en buena parte, por los mismos EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial.
Este orden se caracteriza, de una parte, por la creación de varias instituciones de carácter internacional. Algunas tienen un alcance general tal el caso de las Naciones Unidas; otras tienen un ámbito especifico. Por ejemplo, en cuanto al comercio internacional (OMC) y al sistema monetario (FMI).
De otra parte, el funcionamiento del orden está basado en la suscripción de una serie de acuerdos y un conjunto de normas, reglas, disposiciones de aplicación general y de acatamiento obligatorio. Esto para todos los países “grandes” y “pequeños”, “ricos” y “pobres”.
El orden ha tenido efectos importantes. La expansión del comercio internacional ha sido notorio. Esto ha favorecido el crecimiento económico de numerosos países, especialmente de los pobres. También ha permitido a países pequeños como Costa Rica ganar disputas (textiles) a países grandes (EE.UU.).
Sin embargo, el cumplimiento de los acuerdos y de las obligaciones ha dejado mucho que desear. Los países, sobre todo los “grandes”, han violado persistentemente normas y reglas esenciales del orden supuestamente vigente: falta de acceso a los mercados (proteccionismo arancelario y obstáculos no arancelarios al comercio exterior), concesión de subsidios, ataques a la propiedad intelectual, exigencia de transferencia “voluntaria” de conocimientos tecnológicos, devaluación de la moneda nacional para promover las exportaciones, entre otras.
Asimismo, en otro ámbito, los EE.UU. se han opuesto durante varios años a ajustar las cuotas de los países miembros del FMI y la UE, por su parte, ha obstaculizado modificar la representación de los países miembros del directorio de esta institución.
Así, el incumplimiento frecuente de las obligaciones de los países “grandes” ha debilitado en mucho el funcionamiento del orden liberal internacional. Para Trump la situación actual es insostenible. La mayoría de los países emergentes y de los países en vías de desarrollo comparten también este punto de vista. No así la UE y China. Estos países se encuentran hasta el día de hoy en una zona de confort. Para los primeros la situación actual debe modificarse de manera considerable.
No se trata de descartar el orden liberal internacional, sino de rescatarlo. Para Trump el proteccionismo – amenaza en algunos casos, realidad en otros – no sería un fin en si mismo (producir dentro del país lo que necesite), sino más bien un medio para tratar de forzar a los países a dar fiel cumplimiento a las obligaciones del orden liberal internacional. Como dirían los franceses se trataría recular un paso (más proteccionismo) para luego poder saltar mejor (menos proteccionismo, comercio libre y “justo”). La contradicción para Trump no existe. Este es el procedimiento que acaba de utilizar con la UE.
Primero la amenaza con más proteccionismo. Y después, cuando se reúne con su emisario Juncker, le propone desmantelar el proteccionismo entre EE.UU. y la UE.
Trump reconocería los costos del proteccionismo, en el corto plazo, en cuanto a más inflación, menos empleo y menos votos.
Sin embargo, ellos serían compensados, gracias a los beneficios obtenidos una vez se restablezca el funcionamiento adecuado del orden liberal internacional. Camino sin duda tortuoso y peligroso. Ya que los costos podrían resultar mayores que los beneficios. Ello dependerá, en buena medida, de la reacción de los demás países.
Trump debe apretar el paso para evitar costos excesivos del proteccionismo tales que genere un impacto negativo en su apoyo popular. Mientras tanto además de apretar el paso, Trump buscaría afianzar la posición de EE.UU. ante las próximas negociaciones bilaterales y multilaterales indispensables para sacar a flote el orden liberal internacional basado en un mundo multipolar cuyo funcionamiento se fundamenta en el diálogo y la negociación.
Estas negociaciones se llevarían a cabo entre los países que, en última instancia, son los que “cuentan”, sea UE, Japón, EE.UU., China y algunos países del BRICS, especialmente Rusia. Países “pequeños” como Costa Rica, Yemen y Guinea no tendrían derecho a veto como si lo tienen hoy en la OMC. Pero ellos se beneficiarían de un orden liberal internacional debidamente remozado.
Bien podría suceder que la estrategia/táctica de Trump no le de los resultados por él esperados. Ello por cuanto los costos no sean compensados por los beneficios logrados. En estas circunstancias, Trump ¿cambiará de instrumento para alcanzar el mismo objetivo? ¿Cuál sería ese nuevo instrumento? ¿O más bien cambiaría el objetivo?
Hasta aquí se ha supuesto, como se indicó al comienzo de estas líneas, que el objetivo de Trump consiste en rescatar el orden liberal internacional. Empero, él podría perseguir otros objetivos. Tales como proponerse mantener la supremacía estadounidense (America First), es decir pretender un mundo unipolar dominado por EE.UU., así como aconteció, durante un corto período, después del desmembramiento del imperio ruso. También Trump podría fijarse como objetivo ganar las próximas elecciones presidenciales del año 2020. Quizás trate de alcanzar varios objetivos a la vez. De igual manera, él podría sufrir de un narcismo morboso, el cual se reflejaría en su pleno convencimiento de que existe una plena coincidencia entre los intereses y el bienestar del pueblo norteamericano y sus intereses personales. Su objetivo, en este caso, consistiría en llegar a ser él, gracias a su extraordinaria e inigualable maestría negociadora, el héroe de un nuevo orden internacional à la Trump, es decir en el señor de la Historia. La paz, la democracia, el desarrollo económico internacionales pasarían a segundo o tercer lugar. Es más, no faltará quien considere que Trump, en realidad, no tiene objetivos específicos o metas concretas; que sus decisiones cotidianas las toma basado en sus prejuicios, instintos y ocurrencias, en fin, en su estado de ánimo. De ser este el caso, la situación sería mucho más incierta. Analizarla sería otro cantar, harina de otro costal.
Articulo original de CRhoy