E l estado de la infraestructura vial sufre, claramente, un rezago enorme. Los cuellos de botella en las carreteras ocasionan que los tiempos de movilización de personas, mercancías y materias primas sean mayores que lo ideal. Los costos, tanto de vivir como de producir, se incrementan, lo que, a su vez, nos priva del bienestar y resta competitividad.
Parte del problema es la falta de recursos. El Estado —Gobierno y demás instituciones— tiende a gastar mucho en burocracia y beneficios, por lo que queda poco dinero para invertir en infraestructura. El esquema de alianzas público-privadas (concesiones y otros) ha sido poco y mal utilizado.
Pero yo me atrevo a decir que la causa principal del rezago es la mentalidad que existe en Costa Rica de que el factor tiempo no es importante.
Abundan los ejemplos de retrasos monstruosos en las ejecuciones en ampliaciones y nuevas inversiones en infraestructura: el anillo de Circunvalación se planificó hace más de 60 años, y aún sigue inconcluso; la carretera a San Carlos lleva varias décadas y parece que duerme el sueño de los justos; se acaban de cumplir diez años se la suspensión del contrato con OAS para la expansión de la ruta hacia San Ramón, para sustituirlo por un fideicomiso con el BCR, sin que haya habido avances significativos en este tiempo; la ampliación de la ruta 32, hacia Limón, que debía estar concluida originalmente en octubre del 2020, no tiene fecha prevista de finalización; las negociaciones con la concesionaria de la ruta 27 parece que van lentísimas, y se corre el riesgo de que la concesión expire sin ampliación y sin renovación, como Riteve.
Mientras tanto, los costarricenses seguimos perdiendo gran cantidad de tiempo en presas y viajando por carreteras subóptimas. Son tiempos muertos que cada uno podría aprovechar de otra manera. La pérdida de eficiencia y el aumento de costos son enormes.
La forma en que se planifican y ejecutan las obras de infraestructura solo toma en cuenta el costo de la obra hoy, pero no el valor en el tiempo de los beneficios. No es lo mismo una obra que cuesta cien, pero que tardará cincuenta años en terminarse, que otra que cuesta doscientos, pero estará lista en un año.
Es vital incorporar el análisis del factor tiempo en las decisiones de los proyectos de inversión en infraestructura.
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Las opiniones expresadas en esta publicación son del autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de la Academia de Centroamérica, su Junta Directiva, ni sus asociados.
Publicación original en La Nación (28/04/2023)Complete the following form and join Central America Academy for information and regular updates.
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