L a fuerte alza de precios experimentada durante el 2022 a escala mundial fue, tal vez, la peor noticia económica del año que acaba de terminar.
Por un lado, el poder adquisitivo del ingreso de las personas sufrió un durísimo golpe. El dinero disponible para gastar se encogió considerablemente. Por otro lado, la reacción de la mayoría de los bancos centrales fue subir las tasas de interés, con la intención de contraer la demanda, y así contener el alza de precios. El efecto secundario de esa política es que limita fuertemente el crecimiento de la producción en el futuro, y de ahí que la perspectiva de aumento de ingresos y empleo de las personas se vea perjudicada.
Como resultado, la sombra de la estanflación (estancamiento con inflación) oscurece el panorama para la mayoría de las economías en este 2023.
Pero hay un rayo de luz en el horizonte. La variación del mes de diciembre del índice de precios al consumidor (IPC) de Estados Unidos, anunciado esta semana, fue menor de lo esperado. La inflación lleva seis meses bajando, pasó del 9,1 % en junio pasado al 6,5 % en diciembre. Si bien buena parte de la baja en inflación se debe a los menores precios de energía (combustible y otros), los precios de los demás bienes y servicios también están creciendo menos.
En Costa Rica, la variación anual del IPC terminó el 2022 en un 7,9 %, luego de haber llegado a un pico del 12 % en agosto. El crecimiento anualizado de precios durante el segundo semestre del 2022 fue de apenas un 1%.
Que la inflación baje más rápido de lo que se estimaba es una buena noticia, sobre todo, porque significa un alivio en el poder adquisitivo de los ingresos.
Pero también porque genera la expectativa de que los bancos centrales apliquen menos aumentos de tasas de interés en el futuro. Incluso, podría ser que empiecen a bajar las tasas en algún momento, más cercano de lo que se esperaba hace unas semanas. Con ello, las perspectivas de crecimiento de ingresos mejorarían y, por ende, las posibilidades de creación de más empleos.
Para que esa baja en tasas suceda, los bancos centrales deben reconocer que no toda la culpa del alza de precios es de origen monetario. Ha habido efectos fuertes de oferta, por los problemas de logística y la guerra en Ucrania, por ejemplo. Tratar de resolver problemas no monetarios por la vía de las tasas de interés podría llevarnos a un estancamiento más grande de lo necesario.
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Publicación original en La Nación (13/01/2023)