A raíz de los recurrentes problemas fiscales que arrastra el país, ha existido un largo y acalorado debate económico y político acerca del programa de estabilización que será presentado al Fondo Monetario Internacional (FMI). Propuestas van y vienen sobre ajustes tributarios y medidas de contención o reducción del gasto (que no es lo mismo) en diferentes foros, incluyendo la llamada Mesa de Dialogo. El debate ha pasado de lo técnico-económico a lo puramente político. Hoy la discusión se central alrededor del Proyecto de Ley de Empleo Público, cuya discusión se enturbia por el (¿temprano?) rompimiento de los fuegos electorales. El desgaste o fatiga alrededor del tema ha sido muy grande, solo para cumplir con requisitos o compromisos que van, primeramente, en pos de una estabilidad económica, que puede ser frágil si no se acompaña con medidas o reformas estructurales de largo aliento.
Costa Rica es un reformador lento. Si bien se han logrado reformas importantes en el ámbito comercial, financiero, social, por citar algunas, las mismas han tomado mucho tiempo y aún permanecen incompletas. Para algunos este estilo de hacer las cosas ha preservado la democracia costarricense. Pero este beneficio raramente se contrasta con el costo que implica la lenta toma de decisiones, en cuanto a las oportunidades perdidas. Análisis versos Parálisis es un término que hoy se menciona mucho a nivel internacional. ¿Cuál ha sido el costo de oportunidad, como postula la Ciencia Económica, del lento proceso de reformas? Es común oír discursos que hablan de los beneficios, pero pocas veces se mencionan los costos y menos una cuantificación de esos costos. ¿Cual habrá sido el balance en términos de beneficios y costos sociales?
Lograr la estabilidad económica es urgente en las actuales circunstancias. El marco macroeconómico se ha deteriorado en algunos frentes, y debe repararse a la brevedad posible. Pero, ¿qué va a pasar dentro de dos o tres años, cuando eventualmente se logre evitar que el barco se hunda y ponerlo a flote? No se percibe una ruta hacia la reactivación económica y el crecimiento aunque sea vagamente delineado. ¿Hacia dónde va el país después de la estabilidad? La estabilidad y el crecimiento debieran caminar juntos, a diferentes ritmos si se quiere, pero en movimiento. El énfasis ha sido mantener el barco a flote, pero estancado en medio del océano. Si no se fortalecen las bases y se pone en movimiento, puede hacer aguas otra vez.
¿Qué ha impedido el crecimiento y la reactivación? Por una parte, los sistemas financieros son reconocidos como un pivote para el crecimiento y el desarrollo. Hay avances importantes en temas regulatorios y de supervisión. Pero el nivel de competencia es insuficiente. Existen estructuras oligopólicas (competencia entre pocos y poder de mercado) en algunos sectores. La dolarización de activos y pasivos persiste, lo cual impide que las señales que envía la autoridad monetaria tengan pleno impacto en las tasas de interés del mercado, como sugieren investigaciones recientes del Banco Central. La educación pública se ha concentrado en alcanzar metas de cobertura, pero ha descuidado la calidad. Parámetros internacionales lo demuestran claramente. Igual sucede en el caso de la infraestructura vial. El país invierte muy poco en investigación e innovación, lo cual impide dar un vigoroso salto tecnológico. En comparaciones internacionales Costa Rica luce como un país caro, lo cual se atribuye a falta de competencia. Asimismo, Costa Rica permanece dentro del nada envidiable club de naciones donde los costos para iniciar un negocio son muy altos. El principal componente del ingreso nacional proviene del salario, lo cual significa que el trabajador costarricense es típicamente un asalariado, más que un emprendedor. Investigar a fondo las causas institucionales que entraban el desarrollo de la micro y pequeña empresa es una tarea pendiente.
La postergación de reformas estructurales en los campos como los mencionados, y el largo tiempo para implementarlas en forma efectiva y duradera, tiene un alto costo para las futuras generaciones. Ya se ha perdido mucho tiempo y oportunidades de un mayor desarrollo. Urge darle un golpe de timón a ese barco estancado para ponerlo en movimiento… El esfuerzo quizás debió concentrarse en cambios que impulsaran la reactivación y el crecimiento y que la estabilidad llegara por añadidura, en lugar de entrar en un costoso y desgastante proceso en pro de una estabilidad macroeconómica que aún no toma forma, y que puede ser frágil. El tiempo dirá si la estrategia seguida fue equivocada.
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