E n la mayoría de modelos de gestión de riesgo, el elemento de Gobierno Corporativo tiende a ser el primero a tomar en cuenta. Suele asociarse a la estructura formal de la organización, que incluye Comités con sus respectivos reglamentos y principales políticas que definen las reglas de juego de la organización. La nueva normativa de Gobierno Corporativo en Costa Rica, que aplica para el sector financiero regulado, ha permitido diagnosticar tres grandes males que aquejan a las organizaciones, aunque la estructura de Gobierno esté formalmente aprobada:
1. Escaso vínculo con los objetivos estratégicos: la primera pregunta es si los planes anuales tienen evaluaciones de las ventajas, debilidades, amenazas y expectativas de la empresa. Sino, es claro que no se tiene el apetito de riesgo y ello fácilmente conlleva a que quienes toman decisiones lo hagan por libre albedrío y quizá buscando sus propios intereses.
2. Idoneidad: el que los tomadores de decisiones, Alta Administración y miembros sean capaces de entender el negocio y que tengan la disposición para asumir sus responsabilidades más que un reto, es un punto de mejora y causa de que muchas veces las políticas no se cumplan, no funcionen o se omitan.
3. Conflictos de interés: más que identificar los posibles, es entender cómo están dados en la entidad. El problema no es que existan, sino, no revelarlos o lo que es peor omitirlos, dejando las puertas abiertas para que a través del formalismo de las actas, parezca que todo se hizo bajo el debido proceso.
Probablemente, la mayoría de estas brechas no son medibles a través de un indicador, de manera que es un reto de gestión para los supervisados, auditores y el regulador, pues están dejando ver bastante mal la gestión de las entidades financieras, en detrimento de su principal activo, la confianza. El principal problema se encuentra en que toda la documentación necesaria de cara a auditorías o al regulador tiende a estar en regla, pero en la práctica, son múltiples los errores de gestión y la toma de riesgos, distintos a los que inicialmente se esperarían de una entidad financiera.
El regulador debe dar mayor interés en las revisiones periódicas, en conocer realmente la dinámica de la organización para hacer negocios y mayor espacio a las auditorías externas, para que no solo se apeguen a los reglamentos al auditar, sino también que puedan utilizar sus criterios de gestión de riesgos, para prevenir y recomendar puntos de mejora que actualmente tienen las entidades, antes de que salten casos como los vistos en la prensa recientemente.
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