L a criminalidad es uno de los problemas más importantes en la actualidad de Costa Rica. En particular, el dato sobre la tasa de homicidios (12,6 por 100 mil habitantes para el 2022) ha generado especial atención y debate en la opinión pública. Si bien esta cifra podría calificarse como “alarmante,” no debería ser sorpresiva.
Los datos del Poder Judicial indican que en los últimos 15 años (2008-2022) la tasa de homicidios del país fue superior a 10 por 100 mil habitantes, en 12 de estos 15 años. Incluso con valores superiores a 11 por 100 mil habitantes en 8 años durante el periodo, y un valor de 12,2 en el 2017. Por tanto, los homicidios son un problema que inició y se ha agudizado desde años atrás.
En la discusión sobre cuáles deberían ser las acciones para enfrentar el problema, vale la pena considerar dos enfoques de la rama especializada en Economía del Crimen.
Primeramente, el trabajo seminal de Gary Becker publicado en el Journal of Political Economy en 1968. El Profesor Becker (Premio Nobel de Economía 1992) da inicio al análisis de los posibles determinantes del crimen desde una perspectiva económica, presentando la racionalidad del agente económico con base en la decisión de cometer o no un crimen dependiendo de la probabilidad de “éxito.” Es decir, de ser capturado (primeramente) y de ser sentenciado (en segundo orden), frente al posible retorno (utilidad) de cometer dicho crimen. Por tanto, a medida que exista mayor impunidad, es de esperar que se dé mayor criminalidad.
Un tema central en el análisis de posibles soluciones a los homicidios (y criminalidad en general) debería ser entonces el claro dimensionamiento de las razones (causas) que inciden en la impunidad. Esto debido a que el criminal continuará cometiendo crímenes en tanto “el sistema se lo permita.”
Complementariamente, el Profesor Isaac Ehrlich desarrolló (desde la década de los 70s, resumido en el Journal of Economic Perspectives en 1996) un enfoque costo-beneficio del crimen, donde se hace un balance entre los costos en que incurren los criminales para realizar sus actos y las posibles ganancias que pueden alcanzar, ponderados por la probabilidad que el sistema los “castigue.” Por tanto, un individuo cometerá un crimen en el tanto existan condiciones que dificulten o faciliten cometer dicho crimen, y que hagan menor o mayor la probabilidad de ser arrestado, de ser condenado y de ser encarcelado. Por tanto, reducir la criminalidad dependería, principalmente, de factores como el tamaño y equipamiento de la fuerza policial, la calidad del sistema judicial (administración de justicia) y la rigurosidad de las penas.
Claro está, la criminalidad es un problema que tiene numerosas causas y requiere un análisis multifactorial. Temas morales, sociológicos, o relacionadas con el desarrollo económico (crecimiento, capital humano, tecnología), pueden determinar la “dificultad” o “facilidad” de cometer crímenes, de maneras diversas. Se debería, por tanto, evitar concluir apresuradamente que existen relaciones unidireccionales o lineales (por ejemplo: “a mayor pobreza mayor crimen”). La literatura indica que existen numerosas interrelaciones entre los posibles determinantes de la criminalidad, que demandan un estudio riguroso de su heterogeneidad y complejidad.
Ante esto, la Economía del Crimen ofrece herramientas analíticas para abordar la discusión, basadas en un marco conceptual que destaca la relevancia del análisis cuantitativo robusto. De ahí la importancia de trabajar (actuar), fundamentalmente, con base en datos duros y evidencia sólida. La actual discusión sobre la tasa de homicidios en el país es un buen inicio.
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Publicación original en crhoy.com (27/01/2023)