E sta semana, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó un nuevo estudio sobre Costa Rica, el primero desde el ingreso formal del país al grupo, en el cual hace un diagnóstico de los principales desafíos, elabora algunas recomendaciones y señala pocos avances.
El informe alerta sobre la necesidad de contener la inflación, mejorar la sostenibilidad de la deuda, fortalecer el marco fiscal y mejorar la eficiencia y calidad del gasto público. Las recomendaciones brindadas son las usuales y, de una u otra forma, el Poder Ejecutivo y el Congreso se ocupan de ellas.
En otra sección, la OCDE hace un llamamiento a incrementar la productividad de los factores de producción y señala las grandes brechas en comparación con los demás miembros de la organización. Quizás el concepto económico más poderoso —la productividad— determina el ingreso de las personas, la tasa de retorno de las inversiones y promueve el bienestar de las personas.
Para ello, hace algunas recomendaciones puntuales. Sugiere que Costa Rica es un país caro debido a la falta de competencia, por lo que reitera la necesidad del fortalecimiento y la independencia de la Coprocom y la reducción de las barreras para el acceso a mercados de bienes y servicios, incluidas industrias clave, como electricidad y banca, dominadas por empresas públicas estatales.
También, resalta la necesidad de reducir la informalidad y propone disminuir los costos salariales no laborales, la base mínima contributiva del seguro social y la carga fiscal para personas de menores ingresos. Pese a que es una cuestión ampliamente discutida, las acciones tomadas hasta el momento son tímidas.
Reitera, por otra parte, el imperativo de impulsar la productividad agrícola y se enfoca en asuntos relacionados con la maraña de instituciones públicas que dificulta la ejecución de políticas públicas agropecuarias. Indica el potencial en la adición de valor a los productos primarios y en la necesidad de vincularse con los mercados internacionales y la atracción de inversiones.
El estudio pone de manifiesto la necesidad de mayor inversión, sobre todo digital, para aprovechar la cuarta revolución industrial. Acciones puntuales giran alrededor del rezago en la instalación de la red 5G y la penetración de banda ancha fija. Aquí se vuelve al problema de la competencia y las barreras de acceso a nuevos actores en el mercado. Claramente, delimita una agenda de trabajo urgente para el Ministerio de Ciencia y Tecnología, la Sutel y el ICE.
En general, el informe recopila desafíos y recomendaciones bastante conocidos, pero que siempre es oportuno verlos desde la óptica propia de la organización que promueve las mejores prácticas y el análisis comparativo entre pares.
Sin embargo, creo que el estudio fue omiso en cuanto a recomendaciones vinculadas directamente con la mejora de la productividad a través de la innovación y el emprendimiento.
Joseph Schumpeter (1883-1950), economista austríaco, desarrolló la idea del empresario como actor central en el sistema capitalista y su papel en promover el crecimiento de la productividad a través de sus innovaciones.
El emprendedor es el agente de cambio que descubre productos, métodos de producción y mercados. Una vez establecida la innovación, esta se difunde a la economía por medio de los imitadores. Con medidas adecuadas, los emprendedores tendrán incentivos para innovar —como la protección de la propiedad intelectual— maximizando el valor privado, pero al mismo tiempo asegurando su diseminación y asegurando el valor social de las innovaciones. Luego vendrán otros emprendedores con ideas mejores y desplazarán a las viejas, generando un ciclo virtuoso de innovación.
Para Schumpeter, la destrucción creativa era el hecho esencial del capitalismo: las viejas tecnologías y las empresas que no se adaptan son barridas por las nuevas, ya que no pueden competir en el mercado con productos que no se venden o no cubren sus costos de producción.
El fracaso de empresas no rentables libera recursos para su uso en nuevas combinaciones. Este proceso cíclico origina una mejora continua en la productividad, lo que conduce al crecimiento y, finalmente, al mejoramiento de las condiciones de vida de las personas.
Sabemos que establecer y operar una empresa en el régimen definitivo es caro y difícil. Pero, más allá de eso, emprender es una actividad que tiene pocos amigos en Costa Rica. Nuestras instituciones —que definen las reglas del juego— son adversas a la innovación y los emprendimientos.
¿Cómo cambiamos esta situación? Lo primero es entender que hay fallas de mercado. Los mercados generalmente brindan menos financiamiento para la innovación de lo que es socialmente deseable, debido a la existencia de información asimétrica, externalidades, fallas de coordinación y fallas institucionales.
Los servicios para fomentar y complementar estas inversiones rara vez existen al no haber escala o demanda suficiente. La innovación requiere capacitar y entrenar al personal, que puede luego circular libremente y ser contratado por la competencia. Además, el problema principal radica en que muchas veces el emprendedor captura solo una pequeña parte del valor para la sociedad que este genera. En otras palabras, una vez hecho el descubrimiento, otros productores lo copiarán, lo que resta incentivos a inversiones futuras en ellos.
Las fallas de mercado anteriores tienen solución y hay mejores prácticas de dónde aprender, por ejemplo, el modelo israelí o el finlandés. Las reglas del juego son clave y el establecimiento del sistema nacional de innovación debe ubicar el emprendimiento y la innovación como prioridad en el país. La Promotora de Innovación —de parto complicado— debe reformularse para alcanzar sus objetivos.
Deben alinearse los incentivos para que más estudiantes cursen carreras STEM y facilitar la atracción de talento. En cuanto al financiamiento, pese a la existencia del Sistema de Banca para el Desarrollo, se requieren instrumentos —con escala suficiente— diferentes al crédito tradicional que abarquen los emprendimientos en todas sus etapas. Estos incluyen inversionistas ángel, crowdfunding, capital de riesgo, instrumentos de bolsa, así como subsidios y concursos de propuestas para la innovación por parte del gobierno. Un aspecto fundamental es que se reconozca el fracaso como elemento fundamental de la innovación.
Las anteriores recomendaciones no son desconocidas en el país. Su aplicación es determinante para un crecimiento económico sostenible que mejore el bienestar de las personas.
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Publicación original en La Nación (09/02/2023)