H asta hace unos años, se aceptaba como un hecho, el argumento de que los países que se desarrollaron lo hicieron gracias a una transformación estructural que consistió en mover trabajadores desde actividades poco productivas (v.g. agricultura tradicional) hacia sectores de alta productividad (manufactura).
Este proceso permitió un aumento sustancial en la productividad agregada de la economía y por tanto un crecimiento alto y sostenido. En síntesis, se argumentaba que el único camino al desarrollo era la industrialización. La percepción anterior se debía al hecho de que la manufactura se consideraba un sector con ciertas características únicas. Una alta productividad, capacidad de generar empleo de mano de obra no calificada (relativamente abundante), producción exportable que permitía obtener economías de escala, y, por último, tareas no repetitivas que permitían la creación de capacidades (especialmente de tipo tecnológico) que se podían replicar en otros subsectores de la misma industria (externalidades), las cuales se podía además utilizar para producir bienes cada vez más sofisticados y competitivos.
Pues bien, tal y como lo documenta de manera ejemplar un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, existen hoy en día otros sectores diferentes a la manufactura, como la agricultura y agroindustria, así como algunos servicios, donde gracias a importantes desarrollos, es posible encontrar las mismas características que antes se le atribuían solo a la manufactura. Así, ya no es necesario movilizar más trabajadores del campo a la manufactura para desarrollarse, sino que el objetivo debe ser lograr que, dentro de cada subsector de la agricultura y agroindustria, una mayor cantidad de trabajadores sean empleados en empresas más productivas que utilicen métodos de producción más avanzados, es decir, una transformación productiva (o estructural) vertical. En palabras de The Economist (junio de2016), “las granjas se están volviendo más parecidas a las fábricas”.
De hecho, en las granjas más modernas mediante drones, sensores e imágenes satelitales, se optimiza la cantidad de agua, los fertilizantes y los pesticidas requeridos en cada pixel de terreno y en cada momento para maximizar la productividad, tal y como ocurre en los procesos de producción de manufactura “justo a tiempo”.
En la agroindustria, este proceso de transformación productiva vertical es más complejo, ya que requiere de mejoras sustanciales a lo largo de toda la cadena de producción (i.e. en cada eslabón), lo que incluye el apoyo de organizaciones públicas y privadas que suplan insumos y servicios requeridos para que los productores puedan competir exitosamente (v.g. agroquímicos, maquinaria agrícola, semillas, biotecnología, procesadores, exportadores, mayoristas y supermercados, servicios financieros, transporte, logística, tecnología de la información, investigación y extensión, servicios sanitarios y fitosanitarios, apertura de mercados, infraestructura, regulaciones de uso de la tierra, regulación laboral, etc). Solo mediante inversiones e innovaciones en todos los eslabones de la cadena agroindustrial es posible producir bienes agroindustriales con técnicas modernas y competir de manera exitosa, tanto en el mercado local como internacional.
Llegados a este punto, cabe preguntarse ¿cómo está Costa Rica en este ejercicio de transformación productiva vertical? Para contestar esta pregunta conviene comenzar señalando que los sectores agrícola y agroindustrial son dos de los más importantes sectores de la economía costarricense, tanto desde el punto de vista de la producción y las exportaciones, como por la generación de fuentes de empleo. De hecho, el sector agrícola representa el 3,4% del PIB, genera el 11,6% de las exportaciones totales de bienes y servicios, y el 6,8% del empleo formal directo. Además, es un sector meramente exportador, toda vez que el 84,9% de la producción tiene por destino el mercado externo. Por su parte, el sector agroindustrial representa el 4,6% del PIB del país, genera el 12,5% de las exportaciones totales de bienes y servicios, y el 4,0% del empleo formal directo. Además, el 90% de la producción de este sector se exporta.
En un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe se encontró que tanto el sector agrícola como el sector agroindustrial son importantes dinamizadores de la economía costarricense. La agroindustria ocupa el tercer lugar en las exportaciones totales de bienes y servicios del país, seguida por el sector agrícola. Ambos sectores son los que muestran mayores encadenamientos productivos en la economía costarricense, además de ser importantes generadores de fuentes de empleo directos e indirectos. De hecho, en el caso de la agricultura, por cada millón de dólares de incremento en las exportaciones se generan en el país 42 empleos directos y 13 empleos indirectos, mientras en la agroindustria estos números son 12 empleos directos y 22 empleos indirectos.
Dado lo anterior, es clara la importancia de ambos sectores en la economía costarricense y su potencial para desarrollar encadenamientos productivos (entre empresas agroindustriales y empresas agrícolas, manufactureras y de servicios), así como promover el desarrollo de zonas fuera de la gran área metropolitana (GAM), generando nuevas e importantes oportunidades de empleo.
A pesar de lo anterior, varios actores, tanto del sector agrícola como agroindustrial, manifiestan enfrentar importantes obstáculos para poder competir y desarrollar sus actividades productivas, tanto desde el punto de vista del procesamiento industrial de productos agrícolas como de la producción de bienes primarios con potencial de exportación. Por ello, es vital estudiar con mayor profundidad la realidad de estos dos sectores para poder definir una agenda con actividades claves que realmente apoyen a los agricultores y agroindustriales en la transformación productiva vertical que tanto requiere el país. Por el momento, cabe señalar que el desarrollo de programas de proveedores, transferencia tecnológica, innovación, financiamiento y clústeres, deberían ser parte de esta agenda. Así como el desarrollo de la institucionalidad necesaria para poder implementarla.
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Publicación original en CRHoy.com (29/11/2022)