E sta semana visita el país, virtualmente, una delegación de funcionarios del Fondo Monetario Internacional. Su objetivo es revisar el avance del país en la consecución de las metas planteadas en el acuerdo entre el gobierno y ellos.
En cuanto a las grandes cifras, encontrarán buenos resultados. Los niveles del déficit fiscal, deuda pública y reservas internacionales están dentro de lo establecido como meta para estas fechas. La recaudación de impuestos ha sido mayor y el gasto, menor de lo proyectado. El crecimiento de la economía, medido por el PIB, se ve bien, luego de la caída en el 2020.
Pero el diablo está en los detalles. Al analizar los números con mayor profundidad, los resultados ya no se ven tan bien. El crecimiento se concentra casi exclusivamente en el sector exportador. La economía local crece poco y algunas actividades siguen por debajo de las cifras prepandemia. El desempleo se mantiene elevado. Y, tomando en cuenta que las perspectivas internacionales no son favorables para nuestro país —alza en precios de materias primas, problemas de logística y la posible subida de tasas de interés—, el crecimiento de nuestra economía en el futuro cercano está amenazado.
Por el lado fiscal, cuando las cifras se corrigen por factores ocasionales, la mejoría no es tan buena. Encima, los atrasos en la tramitación legislativa de los proyectos acordados con el Fondo, de empleo público y nuevos impuestos, hacen difícil que el gobierno alcance las metas que vienen más adelante. Todavía peor cuando se toma en cuenta lo difícil que es aprobar nuevas leyes en época electoral.
De ahí que el gran peso para el logro de las metas del próximo semestre recaerá en el cumplimiento de la regla fiscal, que por dicha existe. Pero, de nuevo, el diablo está en los detalles. En vista de la ausencia de reformas estructurales que pudieron haber mejorado la eficiencia y eficacia del uso de recursos estatales, es probable que el gobierno recurra al recorte de gastos a rajatabla, empeorando, aún más, la calidad de los servicios públicos. Así, menos la gente querrá pagar más impuestos.
Puede ser que la delegación del Fondo se vaya contenta, pero, puesto que seguimos procrastinando en hacer los cambios estructurales para corregir los problemas de base, no creo que salgamos tan bien parados en la próxima visita.
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Publicación original en La Nación (01/10/2021)