L a problemática situación de las finanzas públicas costarricenses no es un asunto nuevo, que surgió en las últimas semanas, meses o años. Es un problema estructural, de larga data, que no se ha podido remediar. Lo que se ha hecho es financiar el creciente desbalance entre ingresos y gastos. Pero los espacios para seguir estacionando ese desequilibrio están prácticamente agotados. A nivel internacional Costa Rica es un país considerado de ingreso promedio medio-alto, con destacables índices sociales y una democracia sólida. Bajo esos parámetros, no es un país sujeto de ayudas o donaciones, a pesar de que internamente enfrentamos lento crecimiento, alto desempleo, índices de criminalidad en aumento, deficiente infraestructura, entre otros. Con todo y eso, como país estamos muy por encima de otras naciones en América Latina y el Caribe. Por otra parte, los estacionamientos comprados con deuda interna y externa están pasando la factura, y ahora es un tema de preocupación la capacidad del Estado para honrar sus obligaciones. En los mercados internacionales la categoría de la deuda pública se ha venido degradando, mientras que la deuda interna presiona al alza las tasas de interés y hace menos accesible el crédito para el sector privado.
Así, las cosas, ya no se puede patear la bola para que el siguiente se encargue de resolver el problema. Si no se enfrenta con determinación, todos vamos a salir mal parados: gobierno, ciudadanos, empresarios. Se trata entonces de un problema país, ante el cual todos tenemos que aportar algo. Este es el primer reto para la próxima administración. De aquí se deriva todo lo demás. Con las finanzas públicas deterioradas el sector privado no puede trabajar adecuadamente ni crear empleos. La deficiente infraestructura, solo para mencionar un caso, encarece los costos de producción, De poco sirve que un producto sea competitivo al salir de la fábrica o de la finca, si al llegar a la aduna o puerto de embarque el precio es otro porque hay que cubrir los costos de malos caminos y carreteras, costosos servicios portuarios, etc.
Al ciudadano también le tocara lo suyo. Un deterioro más agudo de las finanzas públicas lo sufrirá en tasas de interés más altas que le harán más difícil pagar sus deudas y endeudarse, mayor devaluación e inflación, menos y más deficientes servicios públicos, y donde más duele, perdida del empleo. Lo curioso es que el déficit fiscal no aparece en las encuestas como uno de los principales problemas del ciudadano. O no lo entiende o no lo siente. Me inclino por lo segundo. No lo ha sentido porque no se ha resuelto, se ha financiado. Sería como como decir que el déficit ha estado con sedantes, pero ya está despertando. Esa es la mala noticia. El sedante se está acabando, y cuando el enfermo despierte va a requerir medicamentos muy fuertes para aliviarlo.
La buena noticia es que aún estamos a tiempo de tomar medidas para evitar que la situación llegue a un caos. No puede ser que se tomen acciones hasta que la crisis se presente en toda su magnitud. Las dimensiones del problema hoy, son conocidas. Las posibles soluciones también, han sido planteadas por distintos gobiernos pero no se han adoptado, o solo marginalmente con resultados muy modestos. Pero también es claro que el gobierno que llegue no podrá hacer la tarea solo. Sera necesario un acuerdo político, y también un pacto social, como lo han hecho países que han enfrentado crisis económica. Algunas de las fracciones que llegaran a la Asamblea Legislativa han manifestado su disposición a colaborar, en el entendido que ninguna podrá conseguir todo lo que quisiera. Ciudadanos y empresarios también podrán dar sus aportes, pero también habrán de asumir algunos costos. Costa Rica ha sido tradicionalmente un país lento en lograr acuerdos. Las reformas económicas que se han llevado a cabo han tomado mucho tiempo, incluso algunas no se han concluidos. Pero este es el momento para que el país le muestre al mundo que es capaz de alinear todos sus recursos hacia un objetivo común, resolver los problemas fiscales que están obstaculizando el desarrollo económico y social del país. La capacidad para hacerlo existe, esperemos que la voluntad también.
Articulo original de CRhoy