U no de los pocos temas que han originado algo de discusión política en los primeros días de la administración Chaves es el de los eurobonos.
El gobierno empuja fuertemente la aprobación legislativa, mientras algunos partidos de oposición no es que se estén negando a aprobarlos, pero sí han puesto condiciones.
Como escribí la semana pasada, la estrategia de emitir eurobonos tiene mucho sentido para el país desde el punto de vista financiero. Se trata de una emisión de bonos de deuda en el mercado de Nueva York, bajo reglas internacionales, en vez de hacerlo localmente.
Esto hace que los eurobonos sean percibidos como menos riesgosos por los inversionistas y, por ende, que el costo sea ligeramente menor que el de la deuda local.
Tienen la ventaja de que las emisiones son a más largo plazo, lo que quita algo de presión al refinanciamiento que debe hacer el gobierno cada año.
El acceso a fondos del exterior libera parte de la presión que ejerce el déficit fiscal sobre el mercado financiero local. Así, aumenta la disponibilidad de fondos prestables para el sector productivo local.
Ahora bien, tampoco hay que pensar que la emisión de eurobonos viene libre de problemas. Si bien un menor costo de deuda ayuda a bajar el gasto total del gobierno, la consolidación fiscal sigue dependiendo, en mayor parte, del comportamiento del gasto primario (salarios y transferencias, principalmente).
Al tener acceso a fondos abundantes, existe el riesgo de que los políticos —me refiero tanto a los del Ejecutivo como a los del Legislativo— crean que ya no hay necesidad de ser austeros en el gasto.
El Banco Central ha advertido insistentemente del riesgo que corren las personas y empresas que se endeudan en dólares, pero cuyos ingresos son en colones. Pues la misma advertencia va para el gobierno. Una de las principales causas de las grandes crisis financieras internacionales es el exceso de endeudamiento externo.
El riesgo proviene de que el gobierno (o su banco central) sienta la tentación de evitar los ajustes necesarios en el tipo de cambio y, con ello, impida que se encarezca su deuda. Esto podría llevar a la economía a un gran desbalance y a una eventual gran devaluación. Recuerden a Carazo.
A fin de cuentas, está bien algo de eurobonos, como para que alumbre el santo, pero no tanto como para que lo queme.
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Publicación original en La Nación (29/07/2022)