A l Banco Central le toca lidiar con muchos asuntos a la vez. Su objetivo principal es mantener la estabilidad interna y externa de la moneda. Eso se ha interpretado como una inflación baja (un 3% es la meta del Banco) y un tipo de cambio sin grandes sobresaltos.
Luego de varios años de tener niveles de inflación bajos y un tipo de cambio que se movía poco, este año ha sido diferente. La inflación ya llegó al 10% y el colón se ha depreciado un 11% en el último año.
Roger Madrigal, presidente del Banco Central de Costa Rica (BCCR), nos dice que aspira a tener una tasa de política monetaria de alrededor del 1% en términos reales.
En otras palabras, tomando en cuenta las expectativas de inflación, la tasa debería subir por lo menos otros dos puntos más. Y yo digo que más, porque la inflación ha seguido subiendo —lo que empujará las expectativas más arriba— y porque el Banco Central debe recoger el exceso de oferta de dinero que emitió durante la pandemia.
Al mismo tiempo, el Central debe ajustar las tasas al alza para así revertir el castigo que actualmente existe por invertir en colones. Esto, dado por la combinación de tasas de interés internacionales que van para arriba, más las expectativas de depreciación del colón.
La fuerte alza de las tasas de interés que se debe dar le abre más frentes de preocupaciones al Central. El riesgo aumentará para los deudores. No importa si el crédito se pactó en colones o en dólares, todos terminarán pagando más por el servicio de la deuda.
Además, con una economía que crecerá menos, la capacidad de pago de muchos disminuirá, lo que le pone más peso a la función de supervisor del sistema financiero del Banco Central.
A la vez, la subida de tasas afectará mucho al deudor más grande del país —el gobierno—. Para ayudarlo, algunos querrán que el Banco Central sea menos vigoroso en su política monetaria, y que, con ello, una mayor parte del peso del ajuste se produzca por la vía de más inflación.
Si a esto le agregamos que al Banco Central suelen asignarle otras tareas de índole tecnológica, como el manejo de la firma digital y el registro de accionistas de sociedades, es mucho con lo que le toca lidiar.
Parece malabarista, con varias bolas en el aire. El riesgo es que si una de esas bolas cae, se le pueden ir todas al suelo.
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Publicación original en La Nación (08/07/2022)