N o estableció una meta para frenar la deforestación, estuvo lejos de otras aspiraciones y concluyó con una declaración poco concreta. Aun así, la cumbre de países de la Amazonía, que se celebró el martes y miércoles en Belém, Brasil, fue un acontecimiento relevante, que dará impulso a los esfuerzos para evitar mayor deterioro de ese gran pulmón universal.
Contrario al vacío “retiro” de presidentes suramericanos, realizado el 30 de mayo en Brasilia, esta vez la convocatoria del presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue sustantiva y visionaria. Aquel encuentro sirvió para dar alguna legitimidad a Nicolás Maduro y a un simple intercambio de discursos entre colegas. Esta vez, sin embargo, hubo un objetivo claro: reactivar la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) —integrada por Bolivia, Brasil, Colombia, Perú, Guyana, Ecuador, Surinam y Venezuela— y coordinar medidas multinacionales para frenar la deforestación.
Los cinco primeros países estuvieron representados por sus mandatarios; los restantes, por funcionarios de alto nivel. Además, asistieron observadores de otros gobiernos y organismos internacionales.
Las grandes diferencias sobre la extracción de petróleo en la zona impidieron acordar el compromiso de poner fin a la deforestación de aquí al 2030. El talismán del petróleo, del que ni siquiera el anfitrión se desprendió, resultó en extremo poderoso: sus réditos presentes enturbian los beneficios futuros, sobre todo, en países cortos de recursos y necesitados de impulsos inmediatos a la producción.
Frente a tal revés, los logros fueron modestos, pero no despreciables. Aparte de relanzar el tema, se acordó crear un centro de cooperación regional sobre la Amazonía y un panel científico para monitorear su evolución, además de armonizar iniciativas hacia la cumbre de cambio climático, que se celebrará en noviembre, e impulsar mayor financiamiento externo. La buena noticia es que la deforestación en la parte brasileña cayó un 33 % en los primeros seis meses de este año y también Colombia ha avanzado por esa ruta.
La Amazonía es un bien público global. Los ocho países que la componen tienen la responsabilidad primaria hacia ella, pero esta no escapa a la comunidad internacional. La cumbre avanzó en ambas líneas. En esto, Lula merece reconocimiento.
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Publicación original en La Nación (10/08/2023)