L os resultados macroeconómicos registrados en las últimas semanas han mejorado de manera importante, según atestiguan varias instituciones nacionales e internacionales. Eso da mucha tranquilidad a los agentes económicos y abre nuevas oportunidades para incrementar la inversión, el crecimiento y el empleo. Pero, como todo en economía, lo positivo debe tomarse con cautela para tratar de consolidarlo y, a la vez, enfrentar los retos aún pendientes con la misma solvencia técnica y moral. Lo que sigue es mi visión personal y en nada compromete al Banco Central como institución pública ni a su Junta Directiva como órgano colegiado.
La política macro tiene dos grandes brazos: fiscal y monetario. Ambos componen la demanda agregada que, a su vez, se enfrenta a otras dos fuerzas conjuntas: consumo e inversión, más el resultado neto del comercio internacional, para sumar la oferta agregada. Todos se resumen en la balanza de pagos. Cuando hay equilibrio entre las fuerzas de oferta y demanda global hay estabilidad, que es uno de los fines primordiales de la política macroeconómica, todo lo cual facilita la inversión, el crecimiento y empleo, variables que también son esenciales para el bienestar de la población. Pero el proceso de ajuste suele ser muy complicado.
Si la demanda agregada supera a la oferta total, el desbalance puede degenerar una crisis interna (inflación), una crisis externa o de balanza de pagos (devaluación), o de ambas a la vez, una vez agotadas las reservas y las fuentes de financiamiento externo. Esta última es la más destructiva de todas. Por eso, ha sido importante —esencial, diría—, recobrar la igualdad de las grandes fuerzas macroeconómicas, reconstituir las reservas monetarias internacionales y preservar el equilibrio. Ese exitoso proceso de ajuste fiscal y monetario lo hemos vivido en los últimos años y, también, se han recogido frutos importantes en lo económico y social.
Dicho lo anterior, es menester agregar que el equilibrio macro es condición necesaria, pero no suficiente, para lograr el bienestar de la población. Habrá que emprender reformas educativas, energéticas, comerciales, ambientales, laborales y otras para incrementar la productividad y mejorar la tasa de crecimiento real, como bien apunta el Banco Mundial.
Hacienda se puso las pilas. No encuentro forma más diáfana de describir lo sucedido. El crecimiento del gasto se contuvo, la recaudación mejoró (desde la aprobación de la reforma del 2018) y el superávit primario (sin intereses) registró un saldo de cercano al 2% del PIB a setiembre 2023, porcentaje que no se había logrado en mucho tiempo y, también, se pudo superar los compromisos adquiridos con el FMI. Pero, claro, el déficit financiero aún permanece elevado, señal de que la deuda pública debe continuar reduciéndose hasta alcanzar el 50% del PIB, para abrir espacio a más inversión y gasto social. Eso exigirá mayor disciplina en las erogaciones corrientes, mantener la Regla Fiscal (asediada desde varios ángulos), incrementar la recaudación como sugiere el FMI y, probablemente, revisar críticamente la estructura tributaria y emprender una comprensiva reforma del Estado, en todo lo cual hay mucho por hacer.
Si el último Informe de Política Monetaria hubiera sido escrito por la infanta Sierva María de Todos los Ángeles Cabrera, joven fugaz, creada por la imaginación de García Márquez, diría que la inflación se disparó de un solo e inesperado salto (13%), pero descendió con igual celeridad en un ascensor que la condujo al tercer subsuelo (piso -3); diría también que las tasas de interés se encresparon como olas en pleamar (la TPN llegó al 9% anual), pero ya ha venido bajando, como la marea, hasta el 6,25%, con la expectativa de ajustarse aún más, si las condiciones la favorecen, hasta convertirse en una tasa natural (que no enfríe ni recaliente la economía); que la balanza de pagos ya no está tan desbalanceada como antes, pues el faltante se financia holgadamente con entradas directas de capital, capaces de que generar crecimiento, empleo y exportaciones; que las pérdidas financieras del Banco Central ya casi, casi, se convierten en superávit para rescatar el señoreaje perdido durante tantos años y los nuevos resultados ya no abultan el déficit consolidado del sector público; que el tipo de cambio lleva meses de mostrar estabilidad, aunque un poco agachadito y que, junto con la política cambiaria, siguen siendo ángeles o demonios, según el santo al que se le rece (ángeles para los importadores, pero demonios para los exportadores); y diría que el BCCR perdió, en dos años, casi todas sus reservas netas, pero que ya las recuperó con creces, sin acosar el colón.
Toda esa peregrinación no ha sido en vano. Moody’s, la prestigiosa calificadora internacional de riesgos, nos subió la nota. Hacienda y el BCCR aprobaron exitosamente la quinta revisión del acuerdo con el FMI (en diciembre le girarán otra platilla), gracias a que la actividad económica mostró su resiliencia al severo ajuste en las tasas de interés (logro reconocido por pocos en Costa Rica), y —lo más importante— sin provocar ninguna quiebra bancaria, como en otros lares (en eso, la SUGEF también se puso las pilas, a pesar de sus locos desvaríos con la información confidencial).
El desempleo bajó del 16% hasta un 8,8% de la fuerza laboral, en parte por la disminución de la fuerza laboral, pero, también, por los efectos del equilibrio macro que estimula la actividad productiva. Los salarios reales crecieron por las bondades de la política monetaria (baja inflación), la pobreza también disminuyó todo un punto porcentual, y hasta el coeficiente de Gini, que mide la distribución del ingreso, agradeció su ligera recompostura.
El índice mensual de actividad económica sí mostró un visible repunte (5%) y el PIB también se logró recuperar vigorosamente, lo que nunca pudo hacer la convaleciente infanta Sierva María de Todos los Ángeles en el Convento, donde la sumieron injustamente y contra su voluntad. Ella murió muy joven, sin disfrutar del clandestino amor que un abate le ofrecía, pero el Banco Central, a pesar de la ordalía a la que lo han sometido, sigue dando muestras de vitalidad y convicción en su lucha contra la inflación.
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Publicación original en Semanario Universidad (15/11/2023)