E l Banco Central ha tenido dos preocupaciones en torno al tipo de cambio. La primera, los altos niveles de dolarización de la economía y la segunda, la forma cómo se puede determinar el tipo de cambio en el mercado local, donde algunos intermediarios pueden influir sobre este nivel de acuerdo a sus intereses. Sobre este punto, en diciembre pasado el Banco Central emitió un acuerdo para tratar de controlar la cantidad de dólares que los intermediarios financieros podían negociar. El objetivo era que estas entidades, dado su gran tamaño, no pudieran influir sobre el nivel del tipo de cambio.
En el comunicado del BCCR, la entidad manifestó que “En el 2016 más de 90% del saldo en posición propia en divisas corresponde a bancos comerciales, a su vez concentrado en seis entidades”. A la vez añadió que “La normativa vigente permite una acumulación o desacumulación máxima diaria en torno a los $230 millones, cifra que supera con creces el valor medio de negociación del mercado de monedas extranjeras en 2016).
Recientemente, el BCCR ha ido y venido con las reformas sobre el mercado cambiario. Actualmente, propuso acotar la variación diaria de la posición en moneda extranjera como porcentaje del capital base a ± 2,0% (actualmente es del ± 4,0% y como porcentaje de patrimonio).
Sin embargo, estas medidas lejos de nivelar las reglas del juego para todos los participantes, desincentivando el poder de mercado y por lo tanto logrando un mercado más eficiente, continúan incrementando las exigencias regulatorias y operativas, en el que solo pueden operar con exito los grandes participantes, aumentando su poder de mercado y restando competitividad.
Si el Banco Central pretende que los intermediarios no influyan de forma importante en el mercado cambiario, deberían de hacer las restricciones según la dimensión del mercado, donde los niveles de participación permitidos sean diferenciados según el tamaño de la entidad y no como un porcentaje igual para todos. Además, debería tener relación respecto a lo que es normal o no en el mercado cambiario. Veamos porqué.
Con la medida propuesta, que daría un 2% máximo de volumen de negociación respecto al capital base, el mercado sigue siendo para pocos y realmente poco les preocupa a las entidades más grandes. En las siguientes gráficas, se muestra de acuerdo al promedio diario de volumen de negociación del mercado, cuantas veces representa lo que una entidad podría negociar del total del mercado. Se encuentran tres casos:
Bancos estatales: 3 de los 4 bancos reconocidos como estatales tienen posibilidad de cambiar un volumen de negociación que puede ser incluso por entidad hasta dos veces el total de negociación del mercado, de forma que estas entidades continúan con un poder significativo de influir sobre el tipo de cambio y las reformas no le deben de preocupar en nada.
Bancos privados grandes: para el ejercicio, consideré un banco privado “grande” si el volumen de activos representa al menos el 5% del total de la banca comercial. Se muestra que hay una entidad puede negociar casi la totalidad del mercado mientras que otra al menos la mitad. Es decir, también tienen niveles altos de poder de mercado. Y a estos tampoco les preocupa.
Resto de bancos privados: hay dos bancos más con poder de mercado importantes (es posible que los estatales, privados grandes y estos dos sean los que BCCR decía influían), mientras que el resto tienen una participación menos significativa y son las entidades a las que estas restricciones tienden a afectar más, ya que sí limita lo que pueden negociar de forma importante, aunque tengan que asumir los mismos costos operativos y de recurso humano para poder operar en el mercado mayorista.
De esta forma, el mercado de negociación de dólares continúa cada vez más costoso para que las entidades participen, dejando las reglas para que las entidades grandes puedan negociar volúmenes que superan con creces lo que sería normal para el mercado.
Un mercado cada vez más orientado a pocos intermediarios y con más restricciones, no solo va en contra de la competitividad y profundidad de sistema financiero, sino que lo hace más ineficiente y encarece al fin y al cabo la intermediación, en detrimento del que a pie necesita comprar o vender dólares.
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