D esde finales del 2021, la inflación ha sido un problema y preocupación global. Costa Rica no fue la excepción, en donde en agosto del 2022 la inflación interanual -con respecto al año anterior- llegó a un nivel de 12.3%, el nivel más alto desde marzo del 2006. Un año después, en agosto del 2023, el valor es de -3.28%. Esta es por cierto, la inflación interanual más baja en la historia según la información publicada en el Banco Central de Costa Rica (BCCR). Naturalmente, esto genera una pregunta: ¿es realmente necesario tener una inflación tan baja?
La inflación no es la única variable macroeconómica que importa para medir el bienestar en una sociedad, pero cuando hay un nivel moderado y controlado de inflación, esto suele indicar una economía saludable y que está creciendo. Cuando las personas y negocios esperan que los precios aumenten en el futuro, hay un incentivo para invertir, expandir operaciones y vender más. En otros términos, como los precios están aumentando en el tiempo, no hay incentivo para mantener el dinero “debajo de la almohada”. En condiciones normales, esto se traduce en crecimiento económico y potencialmente mayor bienestar para la población de una economía.
Otro beneficio de la inflación es que el valor real de las deudas baja en el tiempo. Como un ejemplo sencillo y asumiendo una inflación anual de 2%, si uno adquiere una deuda de 100 colones hoy, dentro de dos años el valor real de esa deuda será de 96.04. Por lo tanto (bajo las condiciones adecuadas), con el pasar del tiempo la inflación puede alivianar el pago de deudas para personas, negocios y/o gobiernos.
En general, una inflación baja y estable es vista como un requisito para una economía saludable.
Cuando las personas esperan que los precios en una economía bajen, no hay incentivos para invertir y se posterga las decisiones de consumo. Análogo a la inflación, en períodos de deflación el valor real de las deudas aumenta, lo cual puede poner en riesgo financiero a muchísimas personas y empresas en una economía. También, en periodos de deflación, hay menos ajustes salariales y los negocios ven sus ingresos reducidos debido a menores precios.
A grandes rasgos, la deflación no es algo deseable en la economía.
En el gráfico 1 muestro la inflación interanual mes a mes desde junio del 2018 hasta agosto del 2023. Previo a la pandemia, es fácil ver como la inflación estaba a niveles bajos y estables alrededor de 2%. Es a partir de mediados del 2021 que comienzan a haber incrementos sostenidos hasta llegar a 12.3% en agosto del 2022.
Ante este aumento en la inflación en 2021, los bancos centrales alrededor del mundo comenzaron a aumentar sus tasas de interés de política monetaria. La idea básica de esta maniobra es que a tasas de interés más altas en créditos y ahorros desincentivan el consumo, la inversión y con ello desaceleran la economía. En otras palabras, es una manera de “meter el freno” a la economía para que la inflación baje.
En el gráfico 2 muestro cómo el BCCR y la Reserva Federal de EEUU (FED) aumentaron sus tasas de interés. El BCCR comenzó a aumentar tasas de interés dos meses antes que la FED, y de manera mucho más agresiva también. En ambos casos se logró el objetivo eventualmente; EE. UU. tiene en estos momentos una inflación que ronda el 3%, el cual sigue siendo superior a su meta de 2%. Por otro lado, Costa Rica está actualmente muy por debajo de la meta de 3%.
Todo esto me lleva a mi pregunta inicial: ¿es realmente necesario tener una inflación tan baja? Dado el resultado, no se puede dudar de la efectividad de la política monetaria del país. En un año, se pasó del nivel de inflación más alto en 16 años al más bajo desde al menos 1976. Sin embargo, es difícil justificar y entender su agresividad. Pues tasas de interés más bajas podrían ayudar a una economía con un desempleo cercano al 10% sin comprometer la estabilidad en inflación que es tan deseada en una economía.
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Publicación original en crhoy.com (19/09/2023)