E l 6 de Enero del 2021 vi unas imágenes inimaginables. Vi en la televisión un edificio histórico que estaba siendo invadido por una turba de maleantes, peleaban y dominaban a los oficiales de la policía, subían las tapias y rompían las ventanas y puertas del edificio donde estaba reunido el congreso, violentaron todos los sistemas de seguridad y lograron invadir los recintos más sagrados de la institucionalidad democrática de su país.
Las imágenes no provenían de un país con un estado fallido. ¡Los videos eran del Capitolio de los Estados Unidos! Los actos violentos amenazaron la seguridad física de los congresistas. ¿La razón de tanta violencia? El Presidente saliente no reconoció su derrota en las urnas y permitió que sus seguidores intentaran tomar el capitolio por sus propias manos, para impedir el proceso democrático. Este fue el anticlímax de Donald Trump, quien popularizó una nueva modalidad de populismo.
Según la doctrina de este neopopulismo, el líder electo puede hacer todo lo que quiera para aumentar su poder, hasta que lo detengan. No existe para ellos el concepto de la autocontención, ni la magnanimidad del líder. Desde que existe la política han existido los populistas, pero Donald Trump pasará a la historia como el padre del neopopulismo del siglo XXI. A continuación, detallo algunas características de estos movimientos y algunas razones de por qué son tan peligrosos para las democracias.
La trama. El movimiento neopopulista gira en torno a su líder que destaca por ser el único que puede resolver “el problema”. ¿Pero cuál es el problema? Siempre el problema es que su país o su gente están en peligro existencial y necesitan un verdadero líder, diferente a todos los anteriores, que es el único que puede garantizar el retorno al paraíso, para lo cual es necesario que tenga todo el poder. La trama es poderosa, es sencilla, es creíble, es diferente a los discursos de los políticos de carrera, capta la atención del pueblo y genera seguidores que “compran” la idea, la promueven y la defienden.
El líder. Para el líder neopopulista los pesos y contrapesos de las democracias maduras son parte del problema. No puede haber contrapesos a su poder. Su modelo de trabajo en equipo es el sistema solar. Todos los astros giran en torno al líder, y si se salen de sus órbitas predeterminadas la fuerza de gravedad los llevará al mismísimo sol y se desintegrarán. Su país, su pueblo o su grupo étnico, para sobrevivir, necesitan que el líder ejerza el poder sin amarras. El sol no pide permiso a ningún planeta ni a sus satélites para ejercer su influencia, sea esta benévola o peligrosa. El líder es normalmente un hombre, pero podría también ser una mujer. El líder dice dominar un campo, una habilidad, mejor que nadie, y argumenta que esa es la habilidad clave para sacar al país adelante, para resolver su problema existencial. En el caso del expresidente Trump, su tesis consistió en que él era un excelente negociador. Al autoproclamarse como uno de los hombres de negocios más “exitosos” de la historia, él dominaba a la perfección “el arte de la negociación”, tanto así que escribió el libro que lleva ese nombre. ¿Cómo no creerle, si él mismo escribió el libro de la negociación? De igual manera otros líderes neopopulistas dicen tener una cualidad que es la que se necesita para poder resolver el problema. Para algunos su país necesita un estratega militar fuerte, otros países necesitarán a una persona de negocios exitosa, otros países necesitarán a un economista, y otros a una persona santulona que hable mucho de ética.
Los seguidores. Los seguidores son un grupo multicultural y multiétnico, que se acomoda en torno al líder por distintas razones. Los más cercanos se acercan por negocio, o por recibir un poco de poder. La masa le sigue porque el sistema actual no les ha resuelto sus problemas y es gente con mucha necesidad y poca educación formal. El líder hace propuestas y promesas muy concretas, como “eliminaré la pobreza”, “no puede ser que haya gente muy rica y otros con hambre, yo les quitaré a los unos para darles a los otros”, o “daremos vivienda para todos”, o “volveremos a ser felices como antes”. Otros simplemente son seguidores porque están contra del sistema o no tienen argumentos para apoyar otros liderazgos porque estos han fallado en el pasado. El líder convencerá a la masa de seguidores de que han sido victimizados por los poderosos de siempre, y que como víctimas necesitan ser recompensados. Les llegará su turno de recibir la tajada del pastel que les han quitado.
La ley. El líder necesita ganar elecciones. Para esto defenderá el concepto de la ley. Pero una vez en el poder, convencerá a los demás de que la ley es también parte del problema. La ley debe ser desmantelada porque al final es una amarra para el líder. La ley le impide al líder hacer lo que quiera, entonces buscará muchos asesores legales para buscar maneras de cómo brincarla. Donald Trump habló muchas veces en contra de las leyes electorales de varios estados donde justamente él estaba en desventaja, y trató de cambiarlas. Estos líderes tratarán de brincarse al congreso y su forma preferida de mandato es “por decreto”. Están dispuestos a negociar con los demás siempre y cuando obedezcan. En el momento en que alguien les dice que no, sea la prensa o gente de otros grupos o partidos, estos se transforman en enemigos, “canallas” que deben ser neutralizados, desprestigiados o encarcelados.
La democracia. El líder neopopulista aceptará la democracia mientras esta le favorezca. Es como el niño que es dueño de la bola y que si pierde se lleva la bola. Mientras vaya ganando no hay problema. El líder neopopulista no sabe perder, no sabe ceder, no ve sus defectos y más bien los ve como parte de su habilidad necesaria para resolver el problema. Donald Trump negociaría “duro con China” para que China dejara de “atropellar” a su país, además obligaría a las empresas a no crear trabajos fuera de Estados Unidos. Estos ejemplos y muchos otros los alcanzaría porque él era el único negociador capaz de tales logros. El líder, en su afán de obtener logros, lleva a la ley y a la democracia y sus instituciones hasta el límite. El 6 de Enero el Capitolio, a duras penas, se sostuvo. La valentía de los congresistas al continuar con su reunión de ratificación del nuevo presidente, fue la medida de la fortaleza de esta democracia. Las instituciones democráticas resistieron, pero a un costo muy alto. El daño que los neopopulistas pueden hacer a sus países dependerá del poder de sus instituciones y de la fortaleza del líder. Un país que elige a un neopopulista inicia una guerra, que al principio es sutil, pero que puede terminar con muertos y heridos, literalmente hablando.
Los hechos. A Donald Trump distintos grupos verificadores se encargaron de contarle sus mentiras. Se cansaron. El hecho de “acomodar” los hechos para reforzar su trama, era algo que les gustaba a sus seguidores. El líder neopopulista es especialista en inventar o tergiversar hechos. Puede decir cosas de su historia personal, estadísticas o números totalmente falsos con una seguridad pasmosa. A sus seguidores no les interesa la precisión de lo que su líder dice. Les interesa que él simpatiza con ellos y es el único que realmente los defiende.
Costa Rica. Yo pienso que nuestra democracia podría aguantar a un líder neopopulista por cuatro años, pero no quisiera hacer el experimento. Considero que si un candidato presenta rasgos de líder neopopulista debería ser descalificado por el pueblo. Hablando en lenguaje de economistas, el ser demócrata, aunque no es una condición suficiente, sí es una condición necesaria para ser presidente. Los ticos estamos desesperados con la burocracia y la maraña de leyes obsoletas que tenemos. Mi papá fue abogado y juez de la República, y yo le decía que entendí por qué Costa Rica estaba tan trabado con tantas leyes, reglamentos y burocracia, cuando revisando la historia me di cuenta de que la gran mayoría de sus líderes habían sido abogados, y solía decirle “qué tal si hubieran sido ingenieros, estaríamos volando…”
Esta desesperación me ha llevado a comentar, en son de broma, que al país le caería bien contratar a un dictador por cuatro años, que logre avanzar en los temas que necesitamos avanzar, para luego despedirlo. Sin embargo, esto no existe. Uno no “contrata” a un dictador, ni a un líder neopopulista, con una lista de encargos. Uno contrata a este tipo de personas, para estar bajo su mando, para ser sus súbditos.
Nicaragua y Rusia. Ortega es más un dictador obsoleto que un neopopulista, pero menciono el caso porque hace unos diez años había muchos empresarios que decían que estaban bien con Ortega. Sí, ya exhibía intenciones de perpetuarse en el poder, pero estos empresarios argumentaban que no importaba tanto. Que Ortega los dejaba trabajar, mantenía la seguridad en el país, que incluso era mejor que la de Costa Rica, y que el país estaba creciendo porque él no se metía con los empresarios mientras ellos no se metieran con él. Podían invertir, hacer negocios, crear empleos. Al final un líder que no respeta la democracia es el peor economista, ahuyenta la inversión y genera pobreza extrema. No he mencionado a Putin porque su caso merecería un artículo aparte. Pero vale mencionar que presenta muchos rasgos de un líder neopopulista, empoderado por una democracia débil que está herida de muerte, pero que aun así la mayoría del pueblo ruso lo apoya. Este tipo de líder megalómano al ver que su poder no tiene contrapesos comete un acto siniestro como es la invasión a Ucrania, y de pronto logra revitalizar a la Nato, unir a occidente en contra suya, y garantizarle a su pueblo una situación de desinversión y pobreza que perdurará por muchos años.
El neopopulismo es el mayor peligro que actualmente tienen las democracias. A unos días de la elección presidencial, analicemos si alguno de los candidatos presenta rasgos neopopulistas. El voto por descarte no es malo, entre dos opciones cuestionables, defender la democracia consiste en elegir al menos malo.
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Publicación original en CRHoy.com(31/03/2022)