U na mala moneda que se convierte en fuente de inestabilidad y es manipulada arbitrariamente en un mercado cambiario ineficiente dificulta enormemente—para no decir que imposibilita—el cálculo económico que permite tomar decisiones acertadas acerca de qué, cuándo, cuánto y cómo producir. Esa incertidumbre, sin duda, incrementa el riesgo de invertir y desincentiva la generación de nuevos puestos de trabajo.
Una mala moneda puede, de un momento a otro, convertir las ganancias en pérdidas y las pérdidas en ganancias, una realidad que ya han experimentado quienes desarrollan actividades productivas en Costa Rica. No bastan, entonces, los esfuerzos que puedan hacer las empresas por mejorar los precios o la calidad de sus productos y servicios si estos dejan de ser competitivos por decisiones arbitrarias que afectan el tipo de cambio.
Una mala moneda perjudica, también, a las personas que tomaron decisiones para adquirir un préstamo para un carro o una casa y que podían pagar sus cuotas a cierto tipo de cambio pero que, después, no pueden pagarlas a otro tipo de cambio.
Una mala moneda no cumple bien con las funciones básicas del dinero. No es casualidad que muchas personas, desde hace años, prefieran utilizar al dólar americano, en lugar del colón costarricense, para fijar precios, para realizar transacciones y para ahorrar y conservar su riqueza.
Desde hace varios años, bajo el régimen de flotación arbitraria, el tipo de cambio del colón con respecto al dólar no se determina por la libre interacción de la oferta y la demanda en el mercado. Lo determina un grupito de personas en el Banco Central utilizando unas reglas de intervención que mantienen en secreto—gracias a que la Sala IV increíblemente se los permitió, a pesar de que son de interés público y de que jamás podrían calificarse como secreto de Estado—y que, además, pueden modificar a su antojo, en cualquier momento.
El resultado es que, con la excepción de quienes lucran del negocio de cambio de monedas (incluido el propio Banco Central) y los “vivillos” que puedan tener acceso a información privilegiada acerca de cómo se moverá el tipo de cambio, el resto de costarricenses solamente nos vemos perjudicados por la manipulación del colón y por las otras distorsiones que introduce el Banco Central para evitar que se profundice la dolarización de la economía.
Entre otras distorsiones se incluyen los exagerados e injustificados incrementos en las tasas de interés de política monetaria, durante los últimos meses, y el negar la posibilidad de endeudarse en dólares, a tasas menores, a quienes tienen ingresos en colones.
No estamos condenados a utilizar una mala moneda. Es posible dolarizar oficialmente la economía, olvidarnos de los importantes costos de cambio de moneda, abrir la posibilidad para todos de acceder a créditos en mejores condiciones. Es factible mejorar el atractivo del país para el turismo y la inversión extranjera. Podemos, hacia delante, concentrarnos en mejorar nuestros productos y servicios para competir sin preocuparnos de revisar, en cada momento, qué pasó con el tipo de cambio.
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Publicación original en crhoy.com (10/05/2023)