P ara nada sorprende que los presidentes de la Centroamérica ampliada que asisten a la Cumbre de las Américas representen a los tres países con mejores (aunque desiguales) credenciales de democracia y desarrollo socioeconómico: Costa Rica, Panamá y República Dominicana, además de Belice, más vinculada al Caribe angloparlante.
Para nada sorprende la ausencia del resto. De Nicaragua porque, con buenas razones, no fue invitada. De Honduras porque, con malas razones y contradicciones, decidió ausentarse para testimoniar solidaridad hacia las excluidas dictadoras de su vecino, Cuba y Venezuela. Y de Guatemala y El Salvador porque, con buenas razones asentadas en malas realidades, prefirieron no exponerse a explicar sus enormes falencias. Aun así, los tres países del triángulo norte enviaron delegaciones ministeriales: son eje de las preocupaciones estadounidenses y sujetos de su ayuda.
En diciembre pasado, la vicepresidenta Kamala Harris anunció inversiones corporativas por $1.200 millones en Guatemala, El Salvador y Honduras; el martes 7, $1.900 millones más. Sin embargo, son promesas con horizonte temporal largo, no proyectos tangibles, y su concreción dependerá de factores como seguridad jurídica y ciudadana, talones de Aquiles de los posibles receptores.
La situación del triángulo sur (nosotros, Panamá y República Dominicana) es totalmente distinta: los flujos son mucho más altos y constantes, y no requieren a Harris para producirse. Por ejemplo, el promedio anual de inversión extranjera directa de Costa Rica entre el 2017 y el 2021 superó los $1.900 millones de las últimas promesas.
Lo anterior no implica desconocer al resto del Istmo y renunciar a tareas mutuas, sino entender que estamos en otra “liga”, para potenciar oportunidades como país y como miembro de la Alianza para el Desarrollo en Democracia, constituida en setiembre del 2021 con los mandatarios panameño y dominicano. El miércoles, durante un panel junto a ellos en la cumbre, Rodrigo Chaves dio claras señales de entenderlo y, contrario a sus desacertadas declaraciones en Davos, utilizó la oportunidad para promover nuestras fortalezas. Esto, bajo ninguna circunstancia, implica complacencia con los desafíos, pero sí trabajo sistemático, sereno y compartido para superarlos, con clara visión de futuro.
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Publicación original en La Nación (09/06/2022)