E l 2020 vio la partida de Quino, el genial e incisivo caricaturista quien nos regaló la excepcional Mafalda. Mafalda nos dice, con su diáfana sencillez y claridad, que lo importante no es que cambie el año, sino que cambiemos nosotros.
Si queremos un 2021 mejor que el que año que recién termina y poder además identificar los cambios que lo harían posible, debemos tener claro nuestro punto de partida.
Tres propósitos de año nuevo para Costa Rica con los que todos podemos estar de acuerdo son: más trabajo, menos pobreza y más certeza (saber donde vamos, nos da tranquilidad). Revisemos de dónde venimos, analizando variables claves para los cinco años del 2014 al 2019.
El crecimiento de la economía es un indicador clave que nos permite medir la capacidad del país de generar riqueza y empleo. En el período de interés, el PIB per cápita creció un 2.2%. Panamá, nuestro vecino, creció para el mismo período un 3.2%.
Otra dimensión importante es la relativa al empleo, tanto cuantitativa como cualitativamente. En este campo en particular nuestro país muestra una situación muy compleja. La tasa de desempleo como porcentaje de la fuerza laboral, según datos de la OIT para estos cinco años fue en promedio del 9%. Para Panamá este indicador fue del 3%. Además, no solo es el desempleo estructuralmente alto, sino que además casi la mitad de los trabajadores ocupados laboran en la informalidad: sin contratos, sin seguridad social, sin prestaciones laborales o bajo autoempleo en condiciones precarias.
En el frente de la certeza, el factor que hoy causa mayor incertidumbre es el desequilibrio en las finanzas públicas. Del 2014 al 2019, el gobierno generó en promedio un excedente de gasto sobre sus ingresos de 5.7% del PIB. En el caso de Panamá, para seguir con el referente, fue menor al 1%. Este comportamiento hizo que el saldo de la deuda pública llegara al 57.4% del PIB, lo cual nos ubicó muy cerca de sobrepasar el indicador del 60%, lo que es considerado como una bandera roja por la comunidad inversionista. Dada la pandemia, para el 2021 se espera que la deuda llega a ubicarse cerca del 80% del PIB. Estos niveles de endeudamiento comprometen la capacidad de financiamiento del Estado, limita su posibilidad para realizar las inversiones que el país necesita para mejorar su competitividad, y obliga a dedicar una participación cada vez mayor de sus ingresos al pago de intereses. Una situación fiscal tan comprometida pone en entredicho el modelo de Estado del que hemos disfrutado y por lo tanto se constituye en una causa fundamental de incertidumbre.
En resumen, inclusive antes de tener que enfrentar la pandemia, Costa Rica tenía un crecimiento muy por debajo de su potencial, un alto nivel de desempleo, un empleo de mala calidad y una situación fiscal crítica.
Los problemas que enfrentamos son tan grandes que ya han estado presentes en resoluciones de año nuevo de otros años. Es así como se aprobó una Ley de Equilibrio Fiscal, se limitaron las huelgas en el sector público, se aprobaron las jornadas laborales flexibles y se modificó la ley del INA, para mencionar lo más relevante. Pese a esto, seguimos discutiendo la propuesta de ley para regular el empleo público, nos rehusamos a hacer una reforma estructural al aparto estatal, mantenemos condiciones de competencia en sectores esenciales de la economía que perjudican a los usuarios, los impuestos sobre el empleo son los más altos de región, la tramitomanía ahoga la iniciativa privada y perpetúa la informalidad y sigue existiendo un apego a un modelo de Estado que a todas luces hace aguas.
Pedirle sacrificios al pueblo cobrándole más impuestos a cambio de peores servicios sin una visión clara de lo que se busca hará que cualquier reforma parcial que se intente se tope con resistencia férrea de los directamente afectados y ningún o poco apoyo del resto de la ciudadanía. Para aceptar el cambio debe existir una visión compartida del país que deseamos lograr. Los amagos de diálogos y mesas no son sustitutos para el liderazgo. La oportunidad de la Administración Alvarado para hacer realidad su proyecto vino y se fue. Ojalá este año surjan líderes con claridad de pensamiento, convicción y propósito para que en las próximas elecciones no tengamos que votar por la opción menos mala y así tener la oportunidad de ir adelante con una nueva Costa Rica.
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Articulo original de crhoy.com