E s bien sabido que para que un país prospere, es necesario promover tanto el surgimiento de nuevos emprendimientos (startups), así como el desarrollo de las empresas de menor tamaño (Pymes). ¿Pero de que tipo de emprendimientos y Pymes estamos hablando? Bueno, de emprendimientos innovadores (aquellos que mejoran o introducen un nuevo producto o servicio en el mercado), Pymes innovadoras y Pymes con potencial de crecimiento, en todos los sectores productivos: agricultura, manufactura y servicios. Muchos países a nivel mundial han creado la institucionalidad necesaria para diseñar e implementar exitosos programas de apoyo para lograr el objetivo anterior. Antes de citar algunos de ellos, es importante preguntarse ¿por qué es necesario la existencia de tal institucionalidad y de tales programas?
La respuesta es porque existen fracasos de mercado. Es decir, la participación del sector privado en actividades de innovación requiere que se cumplan ciertos supuestos sobre el funcionamiento de los mercados que, cuando no se dan, se aduce la presencia de fallas de mercado. En relación con las actividades de innovación, se reconoce la existencia de al menos cuatro fallas de mercado, a saber: (i) insuficiente apropiabilidad de los beneficios (la innovación es altamente intensiva en recursos humanos calificados, los cuales en países como Costa Rica, tienen un alto nivel de rotación, cuando lo hacen difunden el conocimiento generado por el innovador a sus rivales), (ii) asimetrías de información (normalmente el innovador tiene mejor información sobre el potencial de una idea que el financista externo, esto hace que el financiamiento externo a la innovación sea algo complejo y se exijan garantías reales que son difíciles de conseguir por la naturaleza intangible de aquellas actividades que se llevan a cabo para innovar), (iii) alta incertidumbre (por tratarse de actividades por definición novedosas, es difícil atribuirles una probabilidad de éxito, esto hace que muchas buenas ideas no se lleven al mercado por la aversión al riesgo de innovadores e inversores) y (iv) problemas de coordinación y costos de transacción (innovar es mucho mas que tener una idea, también se requiere de autorizaciones, ensayos, certificaciones, capacitación, etc; insumos que son provistos por actores diferentes al innovador).
Sin embargo, la evidencia empírica demuestra, que existe una relación estable y duradera entre las inversiones en innovación (emprendimientos y Pymes innovadoras) y el crecimiento de la productividad de los países. Existe, además, evidencia clara de que la relación de causalidad va desde la innovación hacia una mayor productividad y un mayor crecimiento económico y no viceversa. Así, existe un creciente grado de consenso entre economistas y responsables de políticas de que, junto con la acumulación de capital físico y desarrollo de los recursos humanos, la intensidad con la que se apoye a las actividades de innovación, explica en buena medida las trayectorias de desarrollo seguidas por los países a lo largo del tiempo.
En los países desarrollados, se ha creado la institucionalidad necesaria para diseñar e implementar programas que ataquen los fracasos de mercado antes señalados y así, promover de manera eficiente los nuevos emprendimientos innovadores y las Pymes innovadoras y con potencial de crecimiento. Entre estas organizaciones pública cabe sitar SITRA en Finlandia, SBIR en EEUU, KOTEC en Corea, BPI en Francia, CDTI en España e IIA en Israel. Por su parte, en América Latina estas labores las realizan organizaciones públicas como BNDES y FINEP en Brasil, NAFIN en México, BANCOLDEX en Colombia, CORFO en Chile y COFIDE en Perú. Todas estas organizaciones son instituciones autónomas especializadas, menos restringidas por los ciclos políticos y con mayor flexibilidad para responder a las necesidades del sector privado. Estas organizaciones dan “señales” a la banca comercial sobre los proyectos prometedores (una vez que han sido apoyados y desarrollados), haciéndolos luego sujetos al crédito tradicional, así como apalancan importantes recursos privados (v.g. capitales de riesgo).
La ley 8634 del Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD), le otorga al SBD todos los elementos necesarios para convertirse en el SITRA, el CDTI, el FINEP o la CORFO de Costa Rica, en particular, por medio de su Fondo Nacional para el Desarrollo (FONADE). El SBD puede ser un valioso instrumento para experimentar y comenzar nuevas actividades sin las restricciones que impone hacer esto desde un Ministerio o un banco público. Cuenta con un Consejo Rector, una secretaria Técnica y está integrado por los bancos públicos, seis privados y el INA, entre otras organizaciones (en total 46 operadores financieros). Por ley el SBD debe cumplir 10 mandatos específicos, de los cuales 5 están alineados con la presente propuesta (crédito para la productividad, innovación, desarrollo productivo de regiones, emprendimiento y encadenamientos).
De acuerdo con el III informe de la Comisión Evaluadora del SBD, a pesar de los positivos avances en el desarrollo del SBD, éste no ha logrado aún conformar un portafolio integrado de instrumentos financieros y no financieros para el apoyo al emprendimiento, encadenamientos productivos e innovación. Además, el SBD (específicamente el FONADE) está llegando al límite de su capacidad prestable. Ya ha colocado más del 80% de los recursos administrados.
Por ello, mi propuesta es buscar un organismo internacional que pueda, dada su experiencia en este campo, brindar capacitación, asistencia técnica y nuevos recursos al SBD, para convertirlo en la institucionalidad (sistema) que permita promover de manera eficiente y exitosa los emprendimientos innovadores, las pymes innovadoras y las pymes con capacidad de aceleración. Todo lo cual redundaría en una mayor productividad en el país y, por ende, en un crecimiento económico más alto, sostenido y sustentable. Lo mejor de esta propuesta, es que no se requiere de ley alguna para llevarla a cabo, solo de la visión y voluntad política para hacerlo.
Deseo concluir este artículo con una nota de advertencia. No estamos hablando acá de crédito tradicional, sino de nuevos instrumentos financieros (capital semilla, capital de riesgo, avales, etc) y servicios no financieros (servicios de desarrollo empresarial), así como de un sistema y no una institución, por lo que la labor que el SBD puede llevar a cabo, similar a la que hacen otras organizaciones especializadas en promover la innovación, como las citadas anteriormente, no puede ser delegada a un banco público como los que tenemos actualmente en el país (BNCR o BCR). Ha costado más de 12 años crear y desarrollar el SBD, y lo que debemos hacer es convertirlo en lo que realmente se requiere, con el apoyo de organismos internacionales conocedores en esta materia y la visión y liderazgo de los tomadores de decisión.
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Publicación original en CRHoy.com (13/10/2022)