H oy, una y otra vez, se pregona en todos los medios de comunicación la necesidad urgente de reactivar la economía nacional. Como de costumbre, la semántica cuenta mucho. De hecho, ¿qué se quiere decir cuando se habla de reactivación de la economía? ¿Se trata acaso de recuperar la tasa de crecimiento económico de la economía del periodo anterior a la pandemia de coronavirus COVID-19, así como de otras variables tales como el desempleo y la informalidad? Este sería un paso importante, pues los indicadores económicos y sociales han sufrido un marcado deterioro. Por ello, restablecer la situación anterior a la pandemia sería un logro significativo. Sin embargo, aviados estaríamos si el objetivo de la reactivación se limitara tan solo a alcanzar lo anterior. Esto por cuanto la situación prevaleciente antes de la pandemia ya era muy insatisfactoria. De hecho, la tasa de crecimiento económico promedio anual durante las últimas casi dos décadas (2000 – 2019) fue tan solo de 2,4%.
Al final del año 2019, antes de la pandemia el desempleo alcanzó el 10,3%, y el subempleo el 11,1%. Además, la pobreza se mantenía en el 20% de todas las familias y la desigualdad (coeficiente de Gini) había aumentado persistentemente.
Así, si quienes tienen la responsabilidad de tomar las decisiones acerca de las políticas públicas, desean de verdad enfrentar este tipo de problemas, entonces sería necesario duplicar la tasa de crecimiento económico a aproximadamente un 6% al año, durante un largo periodo, posiblemente, dos décadas. Por ello es fundamental establecer un objetivo de largo plazo como norte a la hora de formular las políticas públicas. Concretamente, se trata de pasar de un país de renta media a uno de renta alta. Solo así será posible seguir consolidando la democracia liberal con programas tales como asegurar una mayor participación de las mujeres en el empleo nacional, ampliar la red de cuido de los niños, garantizar una vejez digna a la población adulta mayor y dedicar el 2% del PIB al programa nacional de innovación.
Una vez establecido ese objetivo queda por delante la ardua tarea de decidir cuál camino tomar con el propósito de alcanzarlo. De hecho, no existe solo uno. En realidad, existen diferentes posibilidades y alternativas. Cuál de ellas se llegue a adoptar depende de varios factores: los puntos de vista de quienes tomen las decisiones, el entorno socio–político y las circunstancias, siempre cambiantes, ante los cuales se debe actuar. En otras palabras, de cómo se alineen los astros.
Ahora bien, para poder transitar el camino escogido el país necesita contar con un par de bueyes – el sector privado y el sector público – que formen una verdadera yunta en cuanto a su empeño y eficiencia para avanzar y sacar la tarea adelante. Solo así se pueden enfrentar con éxito los problemas presentes y los retos del futuro.
La tarea esta aun lamentablemente pendiente.
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Publicación original en crhoy.com (22/09/2021)