E l tipo de cambio es el precio relativo más importante para una economía abierta y dolarizada como la costarricense. Su comportamiento debe ser una prioridad para las autoridades económicas y el país. Tiene una influencia determinante en los precios de los bienes y servicios comerciados internacionalmente, así como la rentabilidad de los ahorros y flujos de capital. Por esa razón es clave en la asignación de los recursos físicos, humanos, tecnológicos y financieros de una nación. Cuando el tipo de cambio se aprecia es más barato importar que exportar y más difícil para las empresas que producen para el mercado nacional. También es más favorable endeudarse en moneda extranjera y ahorrar en moneda doméstica.
En la literatura existe mucha discusión sobre la importancia de este precio relativo, las causas y consecuencias de su evolución. Es un tema complejo y controversial y, como muchos otros en esta disciplina, no existe consenso entre distintas posiciones. Incluso, existen escritos sobre la guerra de divisas que podría darse entre distintos países cuando uno de ellos experimenta alguna depreciación significativa que tiende a favorecer su sector exportador en detrimento de los de otros. Es un tema sensible especialmente entre grandes potencias económicas y con poder de mercado; es citado con frecuencia en negociaciones entre China y Estados Unidos. Como buen empresario, para el presidente actual de USA es un tema de gran relevancia y lo trajo a colación incluso contra Brasil y Argentina.
En nuestro país ha sido mencionado reiteradamente en los últimos años por los exportadores. Efectivamente con la apreciación cambiaria observada, este sector, así como los que compiten con las importaciones, han sido seriamente afectados. Por ejemplo, el tipo de cambio nominal actual es muy similar al que prevaleció exactamente hace una década, en el 2010, pero el tipo de cambio real se ha apreciado más de un 15%. Mientras tanto los factores reales que contribuyen a mejorar la productividad no han mejorado y, quizás, han empeorado. Efectivamente los diferentes índices de competitividad y ambiente de negocios estimados por organismos internacionales más bien se han deteriorado. Incluso las calificaciones de riesgo han sido degradadas en varias ocasiones.
Pero, ¿cómo es posible que un país con esas condiciones y donde se ha reducido el crecimiento económico y deteriorado de manera preocupante la situación de empleo experimente una apreciación de su moneda? ¿No es que la revaluación de una moneda, que implica un mayor poder de compra para los nacionales, debería ocurrir cuando una nación está en mejores condiciones y se traduce en un enriquecimiento para la población? ¿Porqué un país que requiere de un sector exportador dinámico y de una mayor cantidad de turistas, encarece sus bienes y servicios con la apreciación cambiaria? Pareciera que los economistas no hemos abordado este tema con la relevancia que merece y tenemos una gran tarea por delante.
Los estudios realizados, especialmente por parte del BCCR, han demostrado que la causa principal de la apreciación cambiaria ha sido el elevado déficit fiscal y el consecuente financiamiento externo requerido. Es paradójico y hasta inverosímil que esta situación, causante de los mayores riesgos financieros y pérdida de competitividad, influya en la apreciación de la moneda nacional, cuando debería de ser todo lo contrario. Por eso la apreciación cambiaria se ha tornado en un círculo vicioso que no podemos detener en el corto plazo y requiere cada vez más de financiamiento externo para sostenerla. La tendencia actual es muy preocupante pues se están aumentando los riesgos cambiarios, las vulnerabilidades y la estructura productiva.
El manejo cambiario es complejo, pero hay que enfrentarlo con las mejores herramientas por las diversas consecuencias involucradas. La apreciación cambiaria apoyada con buenos indicadores y fundamentos es bienvenida y deseable. Pero cuando los mismos desequilibrios propician ese comportamiento, no es conveniente y hay que tratar de evitarlo. Para reducir las presiones a la apreciación cambiaria, el BCCR decidió prepagar el préstamo solicitado con el FLAR, lo cual realizó durante esta semana, y a su vez comprar divisas por un monto de $1,000 millones. La abundancia de divisas ha implicado que en menos de dos meses se comprara más de la mitad de esa meta. Mientras los agentes económicos mantengan la confianza en la moneda nacional, esa tendencia va a continuar.
¿Qué hacer ante esta disyuntiva? No considero lo más conveniente aprobar otro programa de compra de divisas porque esto implica no atacar las causas del exceso de divisas; aparte de que significa mayores costos financieros para el BCCR y dificultades en el adecuado manejo de la política monetaria. Por ello me permito sugerir lo siguiente: reducir las tasas de interés sobre los títulos públicos en colones y dólares; disminuir los límites máximos establecidos a los fondos de pensiones para adquirir títulos públicos; analizar cuidadosamente las potenciales diferentes fuentes de financiamiento externo, ser muy selectivos y solicitar sólo las estrictamente necesarias. Eventualmente podría permitirse un incremento en la proporción de los fondos de pensiones que se invierten en el extranjero.
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Articulo original de crhoy.com