S on muchas las veces que he escrito en esta columna sobre el valiosísimo papel que cumple la educación en el desarrollo económico de los países. Más aún para Costa Rica, que ha apostado por un modelo de producción que pretende aprovechar la supuesta ventaja comparativa de tener mucha gente relativamente bien educada, capaz de desempeñarse mejor en labores un tanto más sofisticadas que las de nuestros vecinos. Pero en lugar de avanzar en cuanto a la calidad de la educación, vamos como el cangrejo, para atrás.
La valoración que hace el Programa Estado de la Nación (PEN) sobre la educación es sumamente preocupante. Ya en el 2021 el PEN había advertido sobre los graves efectos negativos de la suspensión de clases durante la pandemia de covid-19 y la huelga de maestros. El llamado “apagón educativo”.
Ahora, dos años más tarde, las brechas en el aprendizaje de los estudiantes, desde los más jóvenes hasta los universitarios, más bien se han agudizado. El Informe Estado de la Educación anota una gran cantidad de falencias en todo el sistema educativo. Son muchos los problemas de calidad y de gestión que existen. En lugar de que los jóvenes recuperen parte del tiempo perdido entre el 2018 y el 2020, más bien sus rezagos en el aprendizaje crecieron.
El informe también señala la falta de recursos como una de las causas de los problemas en la calidad de la educación. El gasto total no ha llegado al mandato constitucional del 8 % del PIB, y más bien ha bajado en los últimos dos años por efecto de la regla fiscal. Los salarios y las capacitaciones de los docentes, junto con la inversión en centros educativos, han caído. La discusión sobre los fondos para las universidades públicas (FEES) se repite cada año.
El informe del PEN brinda una serie de recomendaciones puntuales y atinadas para recuperar la calidad de la docencia y del aprendizaje que adquieren los estudiantes. También hace un llamamiento a recuperar el valor real de los recursos destinados a la educación para eventualmente llevarlos al 8 % del PIB.
El problema es que si se gasta mal de nada sirve gastar más. Sería como echar agua en un canasto de mimbre. Por eso el informe recomienda, correctamente, mejorar la eficiencia en el uso de recursos en el MEP. También los de las universidades públicas. Aunque en este caso el PEN no es tan crítico, ni severo, como yo creo que debería haber sido.
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Publicación original en La Nación (29/09/2023)