P arece paradójico el triunfo del populismo chavista en Venezuela, país tan rico en recursos naturales y una de las únicas tres democracias que quedaban en América Latina en los ochentas. Para resolver el acertijo, generalmente se achaca el éxito del Presidente Hugo Chávez y el consiguiente debilitamiento del sistema político de ese país, a la corrupción y a las luchas descarnadas por el poder. Ese argumento con facilidad entretiene a la audiencia.
Pero sin negar que la corrupción y las luchas descarnadas por el poder al interior de los partidos sean elementos causales del chavismo, creo que más importante es la estructura productiva y de gobierno que rige en ese país por estar sustentados ambos en la explotación centralizada del petróleo.
Venezuela, como todos los países que viven alrededor de la explotación centralizada de un recurso natural, tiene un gobierno que actúa al revés de los demás. En casi todos los países el sector privado produce y el gobierno cobra impuestos para producir los bienes públicos.
En Venezuela el gobierno genera una gigantesca renta por la exportación de petróleo y determina su distribución y la reparte.
Eso generalmente produce la llamada enfermedad holandesa.
Los grandes ingresos provenientes del exterior al nacionalizarse, incrementan la oferta monetaria desproporcionadamente. Una mayor cantidad de moneda comprando la misma canasta de bienes y servicios que se ofrecen en el interior hace subir los precios y los costos de producir para el mercado interno y para exportar. La gran afluencia de divisas hace que baje su precio, y se revalúe la moneda local. Suben las importaciones para satisfacer el consumo y bajan las exportaciones no petroleras, y el déficit comercial se compensa con la renta petrolera. Como se encarecen los insumos y salarios necesarios para la producción, no se generan suficientes buenos empleos pues la industria petrolera solo genera una cantidad limitada de puestos.
Si, como en la Venezuela democrática, el reparto se hace distribuyendo para el consumo (el gobierno importaba alimentos y los vendía perdiendo, casi regalaba la gasolina en el mercado doméstico, no cobraba los costos por los servicios públicos y repartía dinero con mucha discrecionalidad), y dando grandes poderes discrecionales al Presidente para hacerlo sin límites ni guías presupuestarias cuando los ingresos provienen de un mayor precio del petróleo al presupuestado, se agrava la enfermedad holandesa y su generación de corrupción y pobreza.
Además, al no establecer un sistema tributario que lo sostenga, el gobierno no crea las instituciones que lo hacen ser gobierno fuerte, lo que es indispensable para que pueda imponer las reglas de un mercado eficiente, competitivo e inclusivo.
Paul Collier en su libro “The Bottom Billion” (“El Club de la Miseria”) cuando describe las trampas que retienen en la pobreza a los países más pobres, indica:
Los conflictos (la primera trampa) no son la única trampa. Una trampa mucho más paradójica es el descubrimiento de recursos naturales valiosos en un país pobre. Uno pensaría que el descubrimiento de riqueza natural sea un catalizador para la prosperidad, y a veces es así. Pero esas son las excepciones. A veces refuerza la trampa de la violencia. Pero incluso cuando el país permanece pacífico, en general no crece; incluso el superávit creado por la exportación del recurso natural reduce significativamente el crecimiento. Los economistas llaman al exceso de ingresos sobre costos normales incluidos las utilidades “renta”; y las rentas parecen ser dañinas. Con el tiempo los países que descubren grandes recursos naturales pueden terminar más pobres, porque la perdida de crecimiento generada por las rentas más que compensa el ingreso neto generado por la explotación de esos recursos.
Paul Collier
Claro que la enfermedad holandesa se puede combatir. El mejor ejemplo es Noruega que pone sus rentas petroleras en un fondo que se dedica a la inversión, no se puede tocar su capital, sino solo y con límites los intereses y dividendos ganados, y excepcionalmente el principal. En nuestro continente es ejemplar el fondo del cobre chileno.
Pero en Venezuela políticos y ciudadanos se enviciaron con el reparto para consumo de la renta petrolera, y la fuerza de esos diversos intereses no permitió que tuvieran éxito algunos intentos para eliminar los efectos de la enfermedad holandesa. Y así llegó el chavismo a un país muy pobre para ser tan rico, y llegó para empobrecerlo mucho más a pesar de disfrutar un gran incremento en los precios del petróleo. El mal uso de las rentas petroleras causó la perdida de fe en los valores democráticos y la aceptación del populismo chavista.
No dudo de que haya habido muchos casos de corrupción con una olla tan llena de oro y tan desprotegida. Tampoco dudo que eventos circunstanciales disparan los efectos de causas estructurales subyacentes. Pero esas no son las causas principales de la pérdida de la democracia venezolana.
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