L a actividad económica, medida por el IMAE, crece un 4,6 % anualizado. El desempleo subió ligeramente al 10,1 %, pero sigue siendo de los más bajos en los últimos cinco años. Los precios han venido cediendo, al punto que la inflación de junio ya es negativa (-1 %). Somos el país de la OCDE (y probablemente del mundo) que más rápido ha bajado la inflación luego de la fuerte alza del 2022.
Cuando nos comparamos con lo que sucede en la mayoría de los países de Latinoamérica, ciertamente nos vemos bien. Pero eso es viendo la economía desde 10.000 metros de altura. Muy macro. Cuando descendemos, para verla más de cerca, empezamos a notar que hay varias debilidades que afloran.
El dinamismo en la actividad económica está dominado por lo que sucede en las zonas francas. Este sector crece a más del 20 %, mientras que el resto (los regulares) crece apenas el 2%. No hay tal dinamismo ahí.
La baja en el desempleo engaña. En este momento, hay 150.000 personas menos trabajando que cuando empezó la pandemia, hace unos tres años, a pesar de que hay 166.000 costarricenses adicionales en edad de trabajar. Entre ellos, los que más dificultad encuentran para conseguir trabajo son los jóvenes menores de 25 años y las mujeres.
Si bien la inflación, medida a través del índice de precios al consumidor, es negativa, el alivio en precios no ha sido tan grande para los más pobres. Según el INEC, la inflación para las personas de ingresos bajos fue del 3,7 % en mayo, mientras que para las de ingresos altos fue negativo un 1%.
Cuando se combina que la actividad económica es lenta para los que trabajan en el sector “regular” con que cada vez hay más jóvenes y mujeres que no consiguen trabajo, y con que los precios que enfrentan las personas más pobres siguen creciendo a un ritmo moderadamente alto, se entiende que haya una considerable porción de la población que no está contenta con los resultados. Aunque los macroeconomistas y algunos políticos digan que vamos muy bien.
Si bien hay factores coyunturales que pueden explicar la no tan buena situación económica, ciertamente hay problemas estructurales a largo plazo que hay que atender. Pero si seguimos viendo el bosque desde muy arriba, sin querer ver los árboles de cerca, no avanzaremos para hallar la solución a los desafíos que enfrentamos.
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Publicación original en La Nación (07/07/2023)