E sta administración y algún otro sector mencionan la estabilidad económica, como uno de los mayores logros de este Gobierno. Para ello se hace referencia al comportamiento de los principales macroprecios: baja inflación y relativa estabilidad cambiaria y de tasas de interés. El promedio anual de la inflación ha sido inferior al 2%, la tasa básica pasiva cercana al 6% y la devaluación del colon alrededor del 3%. El resultado más llamativo se presenta en la inflación y la ubicación de las expectativas dentro del rango meta. ¡Ciertamente en las últimas tres décadas no se observa algún período trianual con cifras tan favorables en estas variables!
Estos resultados son positivos y dignos de reconocimiento. En investigaciones posteriores podría profundizarse sobre las causas principales, pero es un hecho que durante este lapso algunos factores externos han sido determinantes. Los menores precios del petróleo, la baja inflación internacional, el crecimiento y estabilidad financiera mundial, así como los cuantiosos ingresos de capital, públicos y privados, permitieron una retroalimentación entre estos macroprecios. En el plano interno hay algunas decisiones positivas por parte del Banco Central y la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos, pero hay muchas otras muy cuestionables.
Asimismo, esta manera de visualizar la estabilidad es muy restringida y hasta engañosa. Sería como ver los árboles y no el bosque. Una mejor calificación requiere un zoom más detallado, que la analice desde una perspectiva más global e integral. Por ejemplo, técnicamente valdría la pena evaluar el impacto de alguna perturbación y su evolución hacia un nuevo equilibrio. En un modelo de equilibrio general, habría que estudiar la consistencia macroeconómica/intergeneracional. En cristiano, sería analizar los balances interno (situación fiscal y monetaria) y externo (balanza de pagos y pasivos) y su sostenibilidad con la producción y el empleo en el mediano plazo.
Cuando la estabilidad del país se analiza desde una perspectiva más amplia e integral, la conclusión es muy diferente: es más frágil y con mayores riesgos y vulnerabilidades. La mayoría de indicadores duros muestran deterioros preocupantes. Muchas de las decisiones adoptadas por las autoridades han pretendido ganar tiempo, con el único propósito de mantener estos pírricos resultados al final de la administración, a cualquier costo. Para ello se ha recurrido a distintas maniobras, desde aumentar la intervención en los mercados, posponer los ajustes necesarios y encontrar distintas formas de parquear el desequilibrio macroeconómico. ¿Cuándo nos desviaremos del filo de la navaja?, es la gran incógnita.
A continuación se enumeran distintos factores que evidencian un importante deterioro, durante esta administración, en la mayoría de variables explicativas de la estabilidad macroeconómica:
1. Degradación de las calificaciones de riesgo soberano. Pérdida de grado de inversión.
2. Incremento de la deuda del Gobierno/PIB en más de 10 puntos porcentuales. Nivel cercano al 50%, umbral crítico de acuerdo con distintos estudios. ¡En el sector público alcanza el 65%!
3. Déficit financiero y primario del Gobierno/PIB alrededor del 6% y 3%, respectivamente, con tendencias crecientes insostenibles.
4. Mayores erogaciones por concepto de pago de intereses para atender los crecientes niveles de deuda pública.
5. Grandes colocaciones del Gobierno en instituciones públicas y fondos de pensiones. Ayuda a financiar el déficit, a riesgo de desvalorizar las carteras ante una baja de precios de los títulos.
6. Aumento de la dolarización del ahorro financiero, consecuencia del aumento en las expectativas de depreciación del colon. También reduce la efectividad de la política monetaria.
7. Deterioro en la posición externa. La pérdida de reservas internacionales ha disminuido la relación a PIB de 15% a 11%, límite inferior apropiado. Financian cada vez menos meses de importaciones y presenta una composición menos saludable.
8. Tensión y presión en el mercado cambiario en semanas anteriores. Agentes económicos muy sensibles y con sobre reacción a movimientos inesperados del tipo de cambio.
9. Abrupta alza en las tasas de interés en moneda nacional para incrementar el premio y reducir las presiones cambiarias. Política del BCCR con menor énfasis en régimen de metas de inflación.
10. Cierre de facto del Banco Crédito Agrícola. Junto con incremento en la cartera morosa, eleva los riesgos del sistema financiero.
11. Problemas recientes de liquidez del Gobierno y dificultades para atender algunos compromisos. Bomba de tiempo, unida a mala estrategia de comunicación.
12. Intervenciones en los mercados de deuda (Tesoro Directo) y de divisas, así como en el manejo de la composición del portafolio de los bancos.
13. Proyecto para autorizar al Gobierno para endeudarse en el exterior. Manera de financiar el desbalance y patear la bola hacia adelante.
14. Autorización de la JD del BCCR para captar dólares en el mercado interno y endeudarse con el FLAR. Pretende sostener el tipo de cambio transitoriamente, aumentando los pasivos y las pérdidas futuras.
A juzgar por todos estos factores, Costa Rica se encuentra en una situación crítica. El actual gobierno ha administrado el desequilibrio macroeconómico, pero con consecuencias negativas en el mediano plazo. No debería continuar posponiendo las decisiones apropiadas. Es el momento de actuar responsablemente y tomar el toro por los cuernos. Es imperativo llegar a acuerdos para solucionar la situación fiscal y evitar “una tormenta perfecta”, que nos precipite a una crisis con lamentables consecuencias socioeconómicas.
Articulo original de CRhoy